16 de Agosto, 2016

El sentido profundo de nuestra formación en Duoc UC.

Equipo Editorial Observatorio

Equipo Editorial Observatorio

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Una pregunta que me gustaría pudiera ser respondida por los más de 115 mil egresados, es si sienten o experimentan a Duoc UC como una dimensión importante de sus vidas. Esperaría que la respuesta describiera un arco temporal de 48 años de relaciones formativas, no reducidos a la experiencia formal que va desde el inicio con la matrícula hasta el momento del egreso. Debemos estar atentos a escuchar cómo una relación formativa se transforma en una para toda la vida, y cómo el egreso se transforma en un “punto de partida”. Es que una muestra real de madurez de una institución, como la nuestra, es que el final del proceso de enseñanza aprendizaje sea un punto de partida.

Donde quiera que vayan o estén presentes, nuestros egresados representan el ser de Duoc UC. En ellos estamos presentes, sea en la empresa productiva o de servicios, o bien en la práctica de innovación y emprendimiento, o en sus familias y en su vida diaria. Y siempre es así. La forma de ser, en los distintos ámbitos, consolidan el sello generado por generaciones previas y refleja lo que hacemos hoy todas las unidades de nuestra Institución.

Hemos procurado imprimir, familiarizarlo con expresiones que sintetizan nuestro proyecto, misión, visión o propósitos: formar personas competentes, conscientes, compasivas y comprometidas. Ellas tienen el peligro de convertirse en frases hechas, pero están cargadas de sentido permanente, particularmente estando presentes en nuestros egresados.

Así, la mirada de nuestro Proyecto Educativo, desde el egresado, va más allá de su paso exitoso por el umbral de cumplimiento del Perfil de Egreso. Podríamos permanecer en el “borde” inmediato del Proyecto, escudriñando qué ocurre con los egresados, sin abandonar este umbral, realizando un seguimiento remoto por la vía de encuestas. Obtendríamos, quizás, un reconocimiento por esta “buena práctica”.  Además, disponer de estos procedimientos y conocer sus competencias y características parece necesario para retroalimentar y proponer mejoras en la atención del estudiante de inicio. Pero quedarnos en este punto del proceso formativo no asegura el estar presente en los egresados, y ni que ellos estén presente en nuestro Proyecto. Esta presencia mutua va más allá de su incorporación a nuestro ambiente educativo tan solo como requerimiento de un criterio de evaluación o una ayuda para completar un formulario para la autoevaluación.

Si nuestro Proyecto Educativo fuese solo una trasferencia de conocimientos, o capacitación, bastaría asegurar el aprendizaje cognitivo medido en el Perfil de Egreso y verificado por el juicio de un empleador. Pero un egresado nuestro no es solo un profesional que dispone de conocimientos; en él también hay un aspecto de desarrollo moral y una importante experiencia de formación católica que requieren ser incluidos. Estas dimensiones se transforman y maduran a lo largo de la vida. Por esto, el egreso es un punto de partida.

Naturalmente, tenemos que preparar a nuestros estudiantes para que puedan competir en el mercado y asegurarse uno de los relativamente escasos puestos de trabajo disponibles. Pero si este es el único criterio que tenemos para evaluar el éxito de nuestros egresados (y de nuestra Institución), podríamos considerarnos como fracasados. Lo que importa es el “por qué́” y el “para qué” del bagaje que disponen nuestros egresados. Nuestra vocación va más allá́ del simple éxito en el mercado laboral.

El criterio real de evaluación de nuestra Institución radica en lo que nuestros egresados puedan llegar a ser. Es lo que acaben siendo y que evidencia la responsabilidad con la cual trabajan en el futuro a favor de sus prójimos y de su mundo. Si lo que logran es simplemente convertirse en hombres y mujeres “para sí solos y para los suyos” y no “para los demás”, no habremos conseguido nuestros objetivos. En otras palabras: lo que hoy son nuestros egresados y el modo en cómo actúan, es el criterio para verificar si efectivamente estamos cumpliendo nuestro Proyecto Educativo.

El egresado participa de un proceso dinámico de transformación de la persona, ya sea la suya propia, su entorno y de la Institución. En nuestro concepto de educación, la formación conduce a la transformación de la persona, y si no se da esta transformación, entonces es que nuestra Institución educativa no está imprimiendo su sello. Nuestro objetivo último es la transformación de las personas, y, mediante ellos, la transformación de la sociedad.

Solo podemos transformarnos al cumplir nuestra meta pedagógica y que es básicamente una invitación a aprender de nosotros mismos y de la experiencia compartida. Estamos enfrentados con una plétora de ideas y conceptos, pero la comunidad práctica se erige como el concepto fundamental que conecta nuestro proyecto con los egresados. Sin embargo, no hay transformaciones instantáneas, aunque nos atraiga la idea de un cambio repentino, indoloro y sin esfuerzo. La transformación del egresado es un proceso largo que implica un duro trabajo y que también afecta nuestros planes de estudios, programas y nos transforma también a nosotros. Entonces, no se trata solo de retroalimentación.

Para concluir, decimos que este proceso de transformación, y de conversión, se inicia desde el primer de día de formación, pues la educación es una constante revitalización del aprendizaje en nuestras vidas. El aprendizaje continuo mantiene el horizonte abierto a la posible revelación de lo más profundo de nosotros. Por esto, el cambio no es solo un cumplimiento del perfil de egreso, que corresponde más bien a una conversión intelectual, de clarificación radical de la realidad, objetividad y del aprendizaje de técnicas. El cambio es también una conversión moral que cambia los criterios de la decisión y su elección que va desde la satisfacción a valores; y también es una conversión religiosa que es el momento de cambio eficaz de la dirección de la vida de todo el ser humano para seguir un ideal trascendente y que abarca toda la existencia.

Kiyoshi Fukushi Mandiola (secretario general y director general de aseguramiento de la calidad Duoc UC)

Nota: Columna publicada inicialmente en el Boletín 19 del Observatorio Duoc UC.

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