Muchísimas gracias por haberse dado el tiempo para asistir a esta ceremonia[1]. La experiencia de impartir este Diplomado, por segunda vez, ha sido muy importante para nosotros y esperamos que también lo haya sido para ustedes. La formación es fundamental en cualquier sistema de aseguramiento de la calidad. Con las dos versiones realizadas, ya son alrededor de 60 colaboradores los que han participado de este programa. Confiamos y los invitamos a que sean verdaderos y visibles agentes de cambio en su lugar de trabajo.
A pesar de todas las dificultades que como siempre no faltan, nuestra evaluación es muy satisfactoria. Lo es especialmente por el compromiso y disposición que ustedes han mostrado con su participación. Muchísimas gracias por ello. Y también por la excelente disposición y alto nivel que han tenido cada uno de los profesores invitados. Creo que en general tuvieron la oportunidad de escuchar a muy buenos expositores.
Quiero aprovechar estos minutos para invitarlos a reflexionar sobre el sentido profundo de la labor docente. Como ustedes saben, el docente cumple un rol fundamental en el desafío de cumplir nuestro Proyecto Educativo. Uno de los objetivos centrales de la docencia, es llevar a nuestros estudiantes en una experiencia apasionada y responsable por aprender. La buena docencia tiene un sello y que no se limita a la apropiación de los conocimientos disciplinarios, sino que se une a la responsabilidad ciudadana, para lo cual no basta con el conocimiento solo, sino que debe ir acompañado del ejemplo: la cercanía entre el docente y sus estudiantes se convierte en una condición imprescindible.
Los cerca de 4500 docentes que forman parte de la comunidad Duoc UC cumplen un rol gravitante, sino más bien crítico, en la consecución de lo que establece nuestro Proyecto Educativo.
No olvidando el objetivo aspiracional del “Maestro”, en el día a día interesa responder si el docente, frente a sus estudiantes, en el espacio físico de la sala de clases, en la intimidad del aula, representa lo que Duoc UC propone y persigue a través de su misión y su visión. Esta es una pregunta mayor, que se une a la de ¿cómo apoyar, de manera incremental, a nuestros docentes para favorecer permanentemente el cumplimiento del Modelo Educativo que la institución se ha dado?
Existen mecanismos que apuntarían a disminuir la inquietud: el proceso de reclutamiento, de inducción, la evaluación de desempeño y otros. Sin embargo, el quehacer docente convive con la incertidumbre directiva referida a qué, específicamente, está pasando en cada sala de clases. Desde esta perspectiva, el enigma de que el Modelo Educativo se quede en un referente teórico de máximo interés, pero de difícil evaluación práctica se acrecienta y nos interpela.
Esta realidad, junto con inquietarnos, nos remece y estremece a la luz de las declaraciones y compromisos que la institución ha adquirido con la sociedad y de lo que al futuro se nos proyecta: ¿cómo nos aseguramos de que nuestro egresado represente fielmente a Duoc UC? ¿Cuáles son nuestras evidencias pedagógicas en relación con los perfiles de egreso? ¿Cómo estamos gestionando los resultados de nuestras evaluaciones a fin de conquistar más y mejores aprendizajes, tanto en el estamento estudiantil como en el plano docente? ¿Cómo y qué aprenden nuestros docentes de sus propias prácticas? Etc.
Cuantitativamente, podría bastarnos con comprobar que entregamos al mercado laboral cerca de 18.000 titulados cada año y que los niveles de empleabilidad se enmarcan en los parámetros que nos hemos propuesto ¿Habríamos alcanzado con ello realmente lo que han definido quienes nos precedieron y lo que la misma PUC y en último término la Iglesia Católica nos demandan? Al respecto, pueden existir diversas respuestas y argumentaciones; sin embargo, lo definitivo habrá de medirse en la coherencia existente entre los resultados alcanzados y el Proyecto Educativo ofrecido. En nuestra opinión, es aquí donde se juega la calidad institucional, en la consecuencia entre la oferta educacional que desplegamos como institución y las evidencias que somos capaces de mostrar de nuestro accionar. Así entonces, es preciso no quitar los ojos de los lineamientos que el Proyecto Educativo de la institución nos presenta, donde se apunta a contribuir al mejoramiento de nuestra sociedad con buenos ciudadanos, con profesionales que no solo sean aptos en lo disciplinar, sino que sean personas de bien. En ese predicamento, el conjunto docente y los procesos que se relacionan con él son fundamentales.
Hace tiempo ya, al comienzo del año 2000, luego de haber tomado la decisión de incorporar el enfoque por competencias, se inició un gran esfuerzo por ajustar a nuestra realidad dicho modelo. Con asesoría australiana se definió una metodología propia para levantar los perfiles de egreso por competencias; junto con ello se entregaron muchas horas de capacitación para que todos los miembros de la organización se pusieran a tono y la comprensión y el lenguaje sobre el enfoque señalado fuera transversal.
Uno de los mayores problemas fue el diseño instruccional: que los docentes fueran fieles representantes de lo que Duoc UC había definido. En ese entonces comenzó a fraguarse el modelo “Clase a Clase” precursor de la actual Maleta Didáctica. Cada docente sabía qué hacer en cada clase, cuáles eran los requisitos que el estudiante debía cumplir para que iniciara esa clase y cuáles eran los objetivos al terminar. También se definieron los protocolos para cada actividad práctica de taller o laboratorio, de manera que no dependiera de la iniciativa de cada docente, sino que se ajustara a lo que se requería, el docente podía variar el ejercicio concreto, pero no el objetivo buscado. Con ello se aseguraba que lo que estaba ocurriendo dentro del aula respondiera a un encargo concreto de la institución.
Con cerca de dos décadas de trabajo y desarrollo en el enfoque formativo basado en competencias, nos parece oportuno y desafiante visualizar el ejercicio docente centrado en el aprendizaje en mayor medida que en la enseñanza. Se hace urgente contar con espacios horizontales de análisis, reflexión y deliberación sobre la propia práctica y, claramente, es preciso hacer que los modelos de formación docente estén vinculados a la realidad laboral -como por ejemplo utilizando metodologías de aprendizaje activo- que guarden estrecha relación con las prácticas de los docentes y con sus conocimientos y saberes. Es de vital importancia que se haga efectivo el trabajo interdisciplinario, se fortalezca el carácter profesional del trabajo docente y se avance de manera radical al trabajo docente colaborativo. Otro aspecto de marcada importancia que nos aportan los teóricos dice relación con la impostergable necesidad de que exista un aprendizaje permanente a lo largo de la vida profesional de nuestros docentes.
La generosa bibliografía actualmente disponible nos advierte sobre los profundos cambios que experimentaremos, no digo en unos años más, digo “pasado mañana”, como consecuencia de los impresionantes avances tecnológicos. El difundido estudio de Frey y Osborne, ambos investigadores de Oxford, en el 2013 pronosticaron que el 47% de los empleos podrían desaparecer por la automatización.
Los recientes libros de Yuval Noah Harari y el de Andrés Oppenheimer van más allá. Harari nos ofrece una mirada del presente y las principales fuerzas y permanente cambios que están afectando la vida de todos nosotros poniendo en cuestión el sentido de la vida en la actualidad. Oppenheimer, por su parte, se centra en el futuro del trabajo en la era de la automatización. Ambos excelentes libros, se detienen a observar la educación y coinciden en sus juicios.
En un mundo de este tipo, afirma Harari, lo último que un profesor tiene que proporcionar a sus alumnos es más información. Ya tienen demasiada. En cambio, la gente necesita la capacidad de dar sentido a la información, de señalar la diferencia entre lo que es y no es importante y, por encima de todo, de combinar muchos bits de información en una imagen general del mundo. ¿Qué tendríamos que enseñar? se pregunta: muchos pedagogos señalan las cuatro ces: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. Remata, afirmando que, para estar a la altura del mundo del 2050, necesitaremos no solo inventar nuevas ideas y productos: sobre todo necesitaremos reinventarnos una y otra vez.
Por su parte, Oppenheimer, se aventura a indicarnos que la tecnología va a reemplazar a los docentes en muchas áreas, como las matemáticas, la historia o la geografía, pero no podrá suplantarlos en enseñarles valores éticos a los estudiantes. Eso sí, de una manera entretenida. En este libro, Oppenheimer cita a Randall Bass, el director del programa sobre el futuro de la educación de la Universidad de Georgetown quien proyecta cinco tipos de profesores universitarios: profesores como los actuales, que serán los “actores expertos” que impartirán sus clases frente a los alumnos haciendo uso de sus dotes de oratoria, otros serán mentores o motivadores personales, otros serán consejeros académicos, otros serán evaluadores y otros serán diseñadores de clases personalizadas. Hasta ahora, estos cinco roles los debe ejercer la persona que llamamos profesor.
Lo que quiero dejarles como mensaje, es que el mundo que se nos viene, no en un futuro lejano, sino que “pasado mañana” requiere que repensemos nuestra relación con los docentes y la forma en que los preparamos para que interpreten correctamente nuestro Proyecto Educativo en un ambiente distinto y desafiante.
El contar con un profesorado que demuestre una sólida preparación en cuanto las materias que ha de trabajar; presente flexibilidad y adaptabilidad para interactuar con su alumnado; persiga el conocimiento de sus estudiantes; sea capaz de seleccionar diferentes estrategias de aprendizaje; se desenvuelva con acierto en el manejo tecnológico y considere que la evaluación es una información de importancia capital a la hora de tomar decisiones; permitirá favorecer de manera importante el aprendizaje de los estudiantes de nuestra institución y, de paso, comprender que de la sociedad del conocimiento estamos situándonos en la sociedad del aprendizaje.
Kiyoshi Fukushi Mandiola.
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