Toda institución educativa de calidad pone su acento y sus esfuerzos en el proceso de enseñanza y aprendizaje, hoy redobla sus ocupaciones y energías para lograr prioritariamente la segunda parte del proceso. Este énfasis que es muy razonable y deseable, arranca del hecho que hoy la ciudadanía necesita y espera resultados. Pero para poder obtener resultados esperados, se requiere mirar y analizar con mucha dedicación el acto de “enseñar”.
Si uno desglosara con simpleza el contenido del enseñar, descubriríamos que posee dos procesos sustanciales, sintetizados en el “cómo” y el “qué”. Sin desconocer la existencia de otros procesos e insistiendo en la simpleza del desarrollo a realizar, podríamos coincidir en aceptar que cuando enseñamos hay dos facetas que actúan simultáneamente: “cómo enseñamos y qué enseñamos”; es decir, cómo intentamos lograr el aprendizaje, el método y las estrategias didácticas utilizadas y qué conocimientos, conceptos, contenido, habilidades y actitudes constituyen el fondo de lo que deseamos como aprendizajes en los educandos. En las universidades, las facultades de educación se dedican al “cómo”, y el “qué” se parceliza en distintos institutos y facultades que se dedican con profundidad a estudiar sus propias disciplinas.
En las universidades, Lengua, Matemática, Biología, Física, Química, Historia, Filosofía, Teología, etc. están cubiertas y organizadas por entes académicos autónomos que se dedican a enseñar y a investigar con profundidad su área de estudio. En el caso de las carreras profesionalizantes, estas también poseen núcleos de estudio interno de lo que enseñan, aunque el acento está mayoritariamente puesto en la practicidad que en la profundidad. De esta manera, resuelven las segundas, su necesidad imperiosa de actualizar los contenidos de lo que enseñan y que intentan lograr como aprendizajes.
Uno se podría preguntar: ¿el “cómo” y el “qué” en los institutos profesionales y centros de formación técnica de qué manera es abordado y resuelto? No hay duda que en estos la influencia universitaria aún continúa siendo muy significativa en los tópicos relacionados al “qué” y el “cómo”. No podría ser de otra manera dado que la mayoría de quienes se desempeñan en este ámbito estudió y se formó bajo las categorías y énfasis propios de las universidades. Por lo tanto, él cómo se enseña continúa utilizando métodos que han sido estudiados en las universidades, aunque ya sabemos que en el espacio técnico profesional fundamentalmente se potencia y se adhiere con ímpetu y apego a los métodos activos relacionados con el aprender haciendo. De esto se origina indirectamente su cercanía con la fijación y seguimiento de los modelos basados en competencias, dado que estas exigen ser demostradas.
A pesar de que, en términos generales, todavía la Educación Superior Técnico Profesional no ha desarrollado con profundidad y plena autonomía el análisis y estudio de la formación académica de sus docentes, desde Duoc UC se han dado pasos alentadores al respecto. En efecto, este ha iniciado desde hace algunos años un esfuerzo sostenido por preparar en el “cómo” a sus docentes con una serie de diplomas otorgados por el Centro de Formación Docente y con la existencia de la UAP (Unidad de Apoyo Pedagógico). Es un camino que merece ser potenciado si queremos docentes especializados y que más allá de los conocimientos propios de los contenidos a desarrollar, sepan con propiedad aplicar formas y estrategias que permitan un mejor logro de los aprendizajes por parte de los estudiantes.
Si observamos el “qué” se enseña en el ámbito técnico profesional, notamos que el desarrollo y autonomía respecto de otras instancias de educación superior alcanza menores índices en referencia, por ejemplo, a la publicación de artículos, informes y textos. Baste con señalar que en nuestro país el 90% de lo escrito en el ámbito técnico profesional proviene desde las universidades. Así, llegada la hora de intervenir en el currículo, las bases prioritarias se buscan en el espacio universitario y, también, en la propia empresa.
La vinculación directa y valoración del docente con el mundo laboral para que enseñe lo que en las empresas realiza cotidianamente, interfiere en que este dedique mayor tiempo a estudiar y escribir sobre el curso que enseña. Los incentivos económicos, sociales y morales son escasos. La situación amerita que desde nuestra institución evaluásemos la posibilidad que un grupo de docentes de las distintas carreras técnico profesional dictadas, tuviera distintos incentivo para generar columnas, artículos, documentos, libros relacionados con lo que enseña; ello sería congruente con el interés por desarrollar líneas de investigación, las cuales han sido declaradas por la institución. Siendo así, seguiríamos caminando por los caminos del liderazgo del sector que se anuncian en nuestra visión.
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