Como consecuencia de la COVID-19, la Unesco ha señalado que 188 países con sus confinamientos, extensos o breves, han afectado el 89% de la población estudiantil del planeta (más de mil millones). Son cientos de miles las escuelas, institutos vocacionales y universidades cerradas. Las medidas tomadas por los países, sin duda alguna, han buscado evitar los contagios y así evitar un número significativo de fallecidos en cada una de las naciones.
La Educación Técnico Profesional en Chile, como todas las instituciones de este subsector en el planeta, con sus distintas denominaciones, sean Fachhochshulen, Community College, Institutos o escuelas de Formación Profesional, Politécnicos, cursos Tafe o Vet, escuelas vocacionales, todas con características similares como lo son estudios inferiores a cuatro años, apuntar a sectores socioeconómicos medios y bajos, con predominio de una formación que se ajusta a las necesidades específicas de competencias demandadas por las empresas, de costo más barata que los aranceles universitarios, énfasis en el aprender haciendo y con un desarrollo, aún en ciernes y no definitivo de su naturaleza específica, desde el siglo XX. También estas han tenido importantes tareas y han sufrido el impacto de la COVID-19, por tanto no fueron un espectador silencioso.
Hubo decisiones rápidas, reflexiones a mediano plazo y otras de más larga duración. Entre las primeras encontramos su decisión de optar rápidamente por la educación remota, en línea, con un impacto esencial en el aprender haciendo, hecho formativo no deseado pero impuesto por la situación pandémica; han apoyado en variados países con suministros médicos y en prestar sus sedes para la capacitación y apoyo médico (equipos de protección, mascarillas, desinfectantes, reparación de ventiladores y apoyo logístico con sus estudiantes al sistema de salud[1]); han apoyado en la difusión de las medidas de seguridad pública para advertir el potencial daño del coronavirus.
En esta opción por la educación remota, la Educación Técnico Profesional en el planeta ha tenido que responder con materiales, recursos de aprendizaje en línea y reemplazar los modos tradicionales de entrega de contenidos para el aprendizaje. Todos estos procesos se han visto desafiados en su éxito por factores como el acceso a Internet, equipamiento inadecuado, y un desigual conocimiento de los recursos que posee la red de internet por parte de estudiantes y docentes. Y, en algunas carreras de mayor énfasis en el aprender haciendo, la carencia negativa en los inicios de la pandemia de tener al menos simuladores virtuales que reprodujeran ciertos protocolos y situaciones reales de aprendizaje.
Como respuesta a lo anterior, la Unesco-Unevoc, la Comisión Europea, la Federación Mundial de colegios Politécnicos, el Banco Mundial, la OCDE, ministerios de educación de distintos países, enfocaron su trabajo al diseño de plataformas de aprendizaje gratuitas en la red y que se ofrecieran materiales con libre acceso. Casos destacados encontramos en Filipinas, Croacia, EEUU, Alemania, el Reino Unido, entre otros.
En el mediano plazo, muchas instituciones de Formación Profesional se están preparando para poder responder a situaciones similares en el futuro. Se trata de aprender de lo vivido y preparar protocolos, para dar respuestas ante situaciones como las provocadas por la COVID-19. No solo se trata de cómo abordar el aprender haciendo de manera virtual, sino también un análisis profundo de las competencias que están ofreciendo los actuales perfiles de egreso ante la presencia de la revolución 4.0 y la 5.0. Se comienza a hablar de la urgencia de la reconversión laboral inmediata para ayudar a frenar el desempleo, ante un mundo que aceleró su dinamismo como consecuencia de los avances técnicos, científicos y el impacto no biológico de la COVID-19 en materias de digitalización.
También comienza a estudiarse cómo nuestra formación e instituciones pueden apoyar a las comunidades e industrias locales, de pequeñas ciudades, muchas de estas no preparadas para una crisis como la que ha experimentado el planeta y con menos capacidades para la reconversión laboral. Un ejemplo de esto es que se comienza a pensar en los llamados “kioskos de telemedicina” ya que se cree que nuestras instituciones pueden ayudar con soporte tecnológico para administrar servicios médicos de no alta complejidad, pero necesarios para el funcionamiento de los sistemas de salud como los diagnósticos tempranos, análisis de muestras, registro de bases de datos, reparación de equipos y mantenimiento. El incentivo es a pensar en la responsabilidad social y en aprovechar estos espacios para lograr aprendizajes relevantes en los estudiantes[2].
Se están fortaleciendo los estudios de formas novedosas de implementación de los aprendizajes flexibles, sobre todo los vinculados al trabajo. El impacto de la COVID-19 en las prácticas laborales ha sido relevante ante los confinamientos y cuarentenas móviles. Por tanto el aprendizaje al interior de las empresas ha sido seriamente limitado. En tal sentido, los Institutos de Formación Profesional están acelerando su decisión de avanzar hacia las simulaciones virtuales para el aprendizaje reproductivo de la realidad laboral de los estudiantes.
Con respecto a las reflexiones a largo plazo, existe cierta coincidencia entre las instituciones, en considerar que los estudios técnicos y profesionales en el futuro no solo deberán asumir con rapidez los cambios tecnológicos y científicos, sino también contenidos de biodiversidad, de desarrollo inclusivo, justicia y cohesión social, la paz, el sentido de la trascendencia; es decir, un estudio profundo de cómo hoy pensamos, vivimos y queremos ser, de nuestra jerarquía de valores, de cómo nos vinculamos con el territorio adyacente a nuestros recintos territoriales, de cómo creamos comunidad global, una relación aún más estrecha con la vida interna de las empresas y sus cambios, una economía baja en carbono[3], entre otros énfasis considerados todos de la máxima importancia.
El desarrollo futuro de la Educación Técnico Profesional está en plena construcción. Se encuentra en un estado de creación de un nuevo paradigma. Es evidente que las instituciones que mejor anticipen y comprendan el futuro, serán las que liderarán la nueva formación técnico profesional. Estamos en años sustanciales para toda la educación superior y lo que hagamos hoy será decisivo. El tiempo no espera, avanza inexorablemente.
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