Para nadie puede ser una novedad que la preocupación por la autoevaluación, acreditación y calidad constituyen temas de indudable importancia para las instituciones de educación superior. Definitivamente estos temas se han transformado en marcos de referencia en el contexto de la gestión de las instituciones de educación superior, y por lo tanto son procesos cada vez más exigidos por la sociedad como signos de seriedad y prestigio del proyecto institucional.
En ese plano, me surge la pregunta ¿Qué es lo que lleva a una institución a autoevaluarse y luego presentarse al proceso de acreditación? Puede que en algunos casos haya habido razones de carácter publicitario; o en otros casos que haya respondido a objetivos financieros con el propósito de poder calificar a ayudas estatales para sus estudiantes; o, quizás, como consecuencia del mandato de la ley como es el caso de las carreras de pedagogía y de medicina; o definitivamente a un esfuerzo genuino por instalar un sistema de aseguramiento de la calidad al interior de la institución. Sea cual sea la respuesta que la institución tenga para esta interrogante, lo cierto es que estos procesos siempre, independiente de las razones, han demostrado ser beneficiosos para ellas.
Efectivamente, existe una coincidencia generalizada acerca de que la acreditación y todos los procesos que ella implica, se traducen en efectos positivos para la gestión institucional, lo que ha sido ampliamente estudiado y documentado. Las investigaciones relacionadas han demostrado los beneficios que produce acometer estos procesos, ya que permiten:
- generar un interés real sobre la centralidad del aseguramiento de la calidad al interior de las instituciones;
- profundizar el sentido de pertenencia a la institución de quienes han participado en el proceso de autoevaluación;
- desarrollar la capacidad de diagnóstico tanto interno como externo;
- y dar relevancia a la necesidad de tener un buen manejo de la información.
De ese modo es notable constatar que, sean cuales sean los motivos que llevan a la institución a enfrentar un proceso de autoevaluación y consecuentemente la acreditación, luego del mismo, en la gran mayoría de los casos se reconoce que ha sido de utilidad para su desarrollo.
Teniendo en mente dicha conclusión, los desafíos que implica la instalación de un sistema de aseguramiento de la calidad, debe ir más allá. No se puede reducir los propósitos de estos esfuerzos únicamente el cumplimiento de los procesos de acreditación aunque con eso ya sería beneficioso como ha sido mencionado anteriormente. Más bien, el foco debe estar puesto en la CALIDAD en cuanto sistema, en cautelar la fidelidad del quehacer del Duoc UC respecto de su identidad institucional. Esto es, que el flujo comunicacional de los principales actores de Duoc UC reciba el juicio crítico de manera que sus decisiones se ajusten a lo que la institución ha definido como su sello. En otras palabras, que las decisiones que se tomen, independientes del área a la que afecte dicha decisión, sean consistentes con los propósitos definidos por ella. Recordemos que la identidad de una institución está descrita por medio de la misión, visión, propósitos institucionales y también los valores que la inspiran.
El ejercicio de ese rol no debe ser en tono punitivo ni fiscalizador, sino de resguardo, de enseñanza y de instalación de una cultura de la calidad. No es ex-ante ni ex-post de la decisión sino que debe formar parte de la cadena decisional.
Cuando me refiero a una cultura de la calidad lo hago a partir de la necesidad de formar en todos quienes constituyen la comunidad Duoc UC, la inquietud y el deber por participar en la búsqueda de espacios u oportunidades de mejora en cada tarea que el día a día les demanda. Es decir, una cultura de la calidad parte de la decisión de cada individuo por mejorar diariamente sus procesos, sus prácticas, su comunicación, lo que hace por pequeño que sea. En otras palabras, es un estado de constante autoevaluación. Así planteado, la autoevaluación no necesariamente debe ser realizada en pos de una acreditación, sino que debería ser concebido como un proceso en sí mismo.
En ese entendido, el proceso de autoevaluación adquiere una importancia fundamental en el marco de un sistema de aseguramiento de la calidad y de una cultura de la calidad: observarse para mejorar. La validez del proceso autoevaluativo requiere, en mi opinión, de cuatro condiciones esenciales, las que forman una matriz ética de la autoevaluación, estas son:
- Participación amplia: Que la participación sea lo más amplia posible. Se trata que puedan dar su opinión todos quienes tengan algún rol definido en la institución. Cada uno desde su posición debe ofrecer su particular visión en la perspectiva de cumplir correctamente lo que la institución o programa se ha definido.
- Apegarse a un marco de referencia: Que el proceso no sea sólo una catarsis. Es esperable que en una primera etapa existan algunas señales en esta dirección, en realidad, sería extraño que no ocurriera en una institución que no acostumbra a enfrentar este tipo de procesos. Lo relevante es canalizar adecuadamente todas las inquietudes y evitar que se transforme en una suerte de pliego de peticiones. No se debe perder el foco del proceso, y este es evaluar a la unidad o institución en el marco de referencia de lo que esta se ha propuesto hacer y que está establecido en la identidad institucional o en el perfil de egreso de la carrera. Siempre en este proceso debe operar un marco de realidad.
- Procurar ser equilibrado y objetivo en el diagnóstico: La posición del individuo frente a la evaluación se plantea en el eje autoflagelante/autocomplaciente. Ambos extremos son derechamente incompatibles con un diagnóstico riguroso y a la vez provechoso.
- Desarrollar un juicio crítico: Situar correctamente las preguntas. Se tiende a generar autoevaluaciones que son más bien narraciones, o descripciones. Lo recomendable es tratar de hacer preguntas que permitan detectar espacios u oportunidades de mejoras. Así, no basta con preguntarse sobre la cualidad de los docentes, sino que es necesario preguntarse si ellos tienen determinadas características, si son los adecuados para cumplir el perfil de egreso que está definido.
En breve, los desafíos de calidad de Duoc UC, luego de 47 años de historia, no están reducidos a cumplir con un proceso de acreditación. El foco debe estar puesto en la renovación continua por mejorar lo que hacemos. Abrir nuestra comunidad educativa a la creación colaborativa de un ambiente de aprendizaje ubicando al estudiante en el centro de sus ocupaciones. De esa manera, continuaremos siendo activos agentes del mejoramiento de nuestra sociedad cumpliendo el sentido más profundo de lo que debe ser nuestra institución y cuya fortaleza se cimenta en el mandato del Señor: “Id y enseñad a todas las gentes”.
Kiyoshi Fukushi (Secretario General y Director de Calidad Duoc UC)
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