No se habla mucho y se escribe poco sobre el presente y el futuro de la educación técnica profesional en nuestro país. Tampoco existe abundante literatura en Chile que la estudie, observe su evolución, la caracterice y proponga derroteros futuros para ella. Es una tarea pendiente y muy necesaria de iniciar.
En general, tendemos a reiterar las mismas insinuaciones sobre su naturaleza, características y quehacer: que forma para el trabajo, que debe estar vinculada estrechamente con las empresas, que tiene poco reconocimiento social y económico, que estudian en ella los más pobres y que está en construcción su verdadera e identificable participación en la formación del personal medio y calificado de las empresas.
Cuando se afirma que forma para el trabajo se debe entender que su foco no está puesto en formar académicos, teóricos, investigadores sino personas que realizarán tareas concretas, calificadas e indispensables para aumentar la productividad de las empresas. Que servirán también para aumentar la productividad de otros trabajadores, incluyendo universitarios. Si el país desea crecer sin el aporte de estos, le será imposible hacerlo pues requiere competir en un mundo que se ha vuelto más exigente respecto a la calificación técnica de los trabajadores. Por ello, que la educación técnica profesional forme con el foco en la empleabilidad en ningún caso debe entenderse o asumirse como generando menor valor social a la formación universitaria. Simplemente es distinta y complementaria a la universitaria. Ambas se necesitan y el país requiere que existan para el beneficio de su progreso y prosperidad.
Con respecto a la vinculación estrecha con las empresas y con el medio, la formación técnico profesional a diferencia de la formación universitaria, está obligada a auscultar y recoger toda la información originada en los espacios laborales. No puede ser de otra manera: sus perfiles de egreso no pueden ser generales, originados en espacios de reflexión conceptual, porque su fuente, su contenido, es recoger lo que de verdad necesitan las empresas. De otro modo, no podría formar jóvenes con las competencias de empleabilidad adecuadas para encontrar y progresar en su vida laboral, que considera trabajo futuro, reinserción, actualización y emprendimiento.
La escasa valoración social y económica tradicional al sector se ha ido modificando, dado que este tipo de formación está creciendo en requerimientos desde el mercado laboral y los sueldos obtenidos crecen en muchas de sus carreras de manera significativa. Si sumamos a ello el crecimiento explosivo de la oferta universitaria, se ha ido validando progresivamente en la empresa la formación técnico profesional.
Respecto a su naturaleza, su carácter identitario y su posición intelectual, nos desafía con mucho trabajo pendiente. Creemos que instituciones como Duoc UC con sus fortalezas profesionales, su historia, su experiencia y aporte al diseño del tipo de educación técnica y profesional que se imparte en Chile, puede aportar mucho a darle más fina forma a lo que debería ser la esencia de un desarrollo basado en evidencia.
En la historia de Chile, Duoc UC ha sido crucial en el diseño de la educación técnica de Chile. Entre 1968 y 1981, colaboró con una fuerza creativa impresionante al diseño de cientos de oficios que los convirtió en cursos y que formaron a miles de familias, y estas pudieron ver mejorada su empleabilidad y el poder aprender algo bien para recibir una renta por ello. Luego entre 1981 y hasta fines de los 90, fue capaz de diseñar y estructurar carreras técnicas y profesionales mucho más modernas y con las exigencias propias que significaba estar situada en la educación superior. Por último, en la década del 2000 hasta hoy, su aporte en la formación de una educación basada en competencias, creando su propio modelo educativo y que ha sido muy influyente en el diseño de otros marcos curriculares de otras instituciones, nos indica que, sin lugar a dudas, Duoc UC ha sido una institución líder y que no se podría entender la evolución de los estudios técnicos en Chile sin estudiar o considerar el aporte de nuestra institución.
La pregunta que nos debemos hacer ahora es: ¿cuál será nuestro nuevo aporte cualitativo presente y futuro a nuestros estudiantes y al país en nuestro ámbito de la educación superior? Nuestro nuevo Plan de Desarrollo (2016-2020) nos da variadas luces de cuáles serán nuestros focos y dedicación institucional futura: formar personas éticas, eficaces y eficientes en el trabajo y con valoración positiva del sentido trascendente de la vida humana. Un trabajo como equipo y sostenido, nos llevará el 2020 a cumplir nuestro derrotero cualitativo y caminar a paso firme hacia el ser calificados como “la categoría en sí misma de la educación técnica profesional”.
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