Nuestra época es un período extraordinariamente innovador que, ciertamente ha alcanzado logros importantes. Hoy tenemos una comprensión más profunda de la dignidad de la persona, del respeto a su conciencia y a su libertad. Sin embargo, estos logros quedan desvirtuados con algunas corrientes de pensamiento muy comunes hoy en día que han dado paso a una ética individualista y a una visión reduccionista del ser humano (Veritatis Splendor, 31). Así una de las mayores dificultades a la que nos enfrentamos en el mundo de hoy es que vivimos bajo realidades mudables donde lo valores, las percepciones y las ideologías se hallan en un proceso de transformación constante e impredecible. El lenguaje flota a la deriva y parece evidente que en muchos casos no hubiera un conjunto de principios que permaneciesen de forma sostenida.
La falta de principios estables ha traído como consecuencia una concepción subjetiva y relativa de la moral. Se duda de que los principios éticos sean válidos; se pone en tela de juicio la existencia de una la ley natural; nuestro mundo ha llegado a exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto que todo lo permite (Veritatis Splendor, 32).
Estás ideas tan generalizadas hoy, olvidan que para ser verdaderamente libre hace falta respetar la verdad sobre el hombre y que la naturaleza humana trasciende la diversidad de las culturas y el paso de los siglos. Solo entendiendo al hombre en su plenitud, los principios éticos dejan de ser una carga pesada y se comprenden como el camino al verdadero bien de la persona y a su auténtica libertad. Una antropología de espaldas a Dios, carece de fundamentos y finalmente termina por detener todo verdadero progreso humano.
Aslair MacIntyre, probablemente el filósofo católico más influyente de nuestra generación, en su trabajo Dios, filosofía, universidades señaló que:
“Los laicos católicos formados necesitan entender el pensamiento filosófico bastante mejor de lo que ahora lo entienden. Las distintas posiciones que se enfrentan en las grandes cuestiones que atañen a nuestra cultura y a nuestra política presuponen, aun cuando no lo quieran reconocer, la verdad de algunas tesis y la falsedad de otras. Si vamos a evaluar sus afirmaciones, haríamos mejor en saber algo de filosofía y, si somos católicos, por fe y por responsabilidad, algo de filosofía católica… [Por su parte] la filosofía católica se entiende mejor contando su historia, contándola como una conversación que se prolonga a través de los siglos y a la que acudimos una y otra vez para dialogar con las voces más importantes de nuestro pasado, con el fin de traer dicha conversación hasta nuestra propia época… [Asimismo] la filosofía no es solo cosa de proposiciones afirmadas o negadas y de argumentos propuestos y evaluados críticamente, sino también de filósofos en una situación social concreta que interactúan entre ellos con sus afirmaciones o negaciones y con sus disputas intelectuales, de tal manera que las formas sociales e institucionales de sus interacciones son importantes” y ninguna lo es más que en los entornos de la educación superior que han “modelado la conversación filosófica, unas veces en beneficio suyo y otras en detrimento”.[1]
Por ello en Duoc UC ofrecemos a nuestros alumnos, además del desarrollo de las competencias específicas y genéricas de sus carreras, la formación antropológica y ética y la formación en la fe, que les ofrezcan una visión más plena de la realidad.
El mundo de hoy se encuentra cada vez más enfrentado a dilemas éticos de grandes repercusiones. Duoc UC como institución de la Iglesia católica no puede dejar pasar la oportunidad de reafirmar su identidad institucional y formar a sus alumnos por medio de las asignaturas de Ética y Formación Cristiana de la mejor manera posible, mostrando el camino del bien, que aunque sembrado de dificultades, es preciso afrontar con valentía, haciendo frente a la evidente crisis moral a la que hoy nos enfrentamos.
Duoc UC, a través de las asignaturas de Ética y Formación Cristiana, tiene la desafiante tarea de mostrar a sus alumnos el ideal de la vida buena para que aprendan a distinguir, según ha señalado MacIntyre, entre lo que me parece bueno y lo que realmente es bueno, entre lo que meramente me gusta y aquello que verdaderamente me perfecciona y me capacita para alcanzar una vida buena. Es por lo mismo que desde hace unos años la Dirección que engloba estos programas se ha dedicado a estudiar y proponer las lógicas con las cuales sacar más partido a nuestra Misión:
“Formar personas en el ámbito técnico y profesional, con una sólida base ética inspirada en los valores cristianos, capaces de actuar con éxito en el mundo laboral y comprometidos con el desarrollo de la sociedad”.
Santiago, Lunes 27 de marzo 2017
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