9 de Mayo, 2016

Desde la inercia al cambio incesante de la educación técnico profesional.

Equipo Editorial Observatorio

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4 minutos de lectura

La educación técnica profesional existió desde el siglo XVI en Chile, de manera doméstica y con aprendizajes obtenidos de modo informal. Es a partir de mediados del siglo XIX que comienza a pensarse esta en términos de que fuera dictada por entidades diferentes a los hogares o espacios educativos semi – institucionales liderados por maestros de diversos oficios. Estos líderes formativos informales aglutinaban a su alrededor a aprendices, que por medio del aprendizaje activo y del saber hacer, instruían a sus colabores y futuros sucesores.

Desde el siglo XIX observamos un tránsito lento en el avance profesional y sistémico del área técnico profesional. Es a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, momento en que comienza a perfilarse como una entidad válida y legitimada de educación superior, que se acelera su contextura y construcción evolutiva de su peculiar naturaleza. De este modo, logramos percibir que una de las primeras definiciones propias de su esencia es la de dedicarse a dictar profesiones y carreras que estén directamente relacionadas con el mundo laboral; es decir, no formará profesionales que exijan licenciaturas, magísteres y doctorados, ni tampoco se enfocará a la mera formación básica y elemental orientada hacia el trabajo.

En este caminar desde los oficios artesanales hasta lo que hoy desea ser, formadora de especialistas técnicos en diferentes y complejas áreas, ha transitado por al menos dos revoluciones industriales y una revolución tecnológica como la que hoy vivimos y en la que no sabemos aún hacia donde evolucionará ni menos cuando terminará este nuevo ciclo. Solo detectamos que la actual revolución hizo desaparecer ocupaciones, modificó otras y crea con enorme dinamismo nuevos desempeños laborales que presionan a las instituciones educativas para responder con el diseño de nuevas ofertas académicas que recojan con eficacia y eficiencia la demanda de las empresas y le aseguren trabajo a sus titulados. Más aún, hoy la efectividad es perseguida y deseada, tanto desde las instancias educativas como desde los espacios laborales. Todo esto significa para las instituciones técnico profesionales cambios sustanciales a sus diseños curriculares, estrategias didácticas, capacitación y búsqueda de nuevos docentes, nuevas maneras de evaluar, costos importantes de equipamiento tecnológico; es decir, hoy está presionada y desafiada permanentemente por su entorno directo geográfico, político, económico y cultural. Cada vez es más difícil relacionar con armonía sincrónica los movimientos tecnológicos, laborales y a los sistemas formativos capacitados para educar con calidad a los futuros profesionales y técnicos.

Hoy nos encontramos con situaciones evidentes como lo es el desaparecimiento de oficios y ocupaciones; la tecnificación creciente de numerosos productos y servicios; la alta valoración del emprendimiento personal que significa no solo formar en lo técnico sino también aprender otros aprendizajes más cualitativos y humanistas; se deben dominar competencias más complejas, blandas y plenamente certificadas por instituciones de calidad, así como nuevas profesiones, necesidades sociales, creciente diversidad y simultaneidad cultural[1].  

El escenario actual y futuro para la educación técnico profesional nos presenta al menos tres hechos para reflexionar, delinear posibles opciones de respuesta y luego para caminar por la ruta escogida. El primero de ellos se origina en su propia identidad escogida de estar cerca y sensible a las demandas del mundo del trabajo. Si esta es su vocación y sentido, entonces debe profundizar y sistematizar sus mecanismos e instrumentos para recabar información inmediata de las empresas, la evolución laboral de su entorno y futuro escenario para sus egresados. Una segunda preocupación sensible es fortalecer técnica y académica su manera de reclutar y capacitar a los docentes más capaces para formar de acuerdo a las necesidades de competencias crecientes y complejas exigidas debido a la evolución del país y del mundo. Por último, flexibilizar sus currículum de estudios para que estos nunca queden atrapados en el pasado y descontextualizados del futuro, momento esencial en el cual nuestros estudiantes ejercerán sus títulos profesionales.

[1] “Retos actuales de la educación técnico profesional”. Coordinadores Francisco de Asis Blas y Juan Planells. OEI, Fundación Santillana, 2014. Pp 75-76.

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