En una época marcada por la aceleración tecnológica, la incertidumbre geopolítica y la fragilidad medioambiental, se vuelve imprescindible reinterpretar el conocido paradigma del “aprendizaje a lo largo de la vida”. La expresión, acuñada hace décadas y revitalizada por la Unesco, nos recuerda que aprender y vivir son verbos hermanados: no existe vida humana sin aprendizaje, ni aprendizaje pleno sin la experiencia vital que lo nutre.
Sin embargo, el ritmo actual exige ampliar la mirada: ya no basta con reconocer que se aprende desde antes de nacer y hasta que fallecemos. Debemos asumir que la velocidad de los cambios, especialmente los provocados por la inteligencia artificial generativa, la economía verde y la hiperconexión digital, convierte cada jornada en un laboratorio de actualización de competencias donde lo relevante de ayer puede resultar obsoleto mañana. Unesco nos ha advertido que la transformación digital de la educación debe ser “humana, sostenible y centrada en la persona”, situando al aprendizaje permanente como piedra angular de la justicia social (Unesco, 2024).
Bajo esta premisa, cobra nueva vigencia la propuesta de Delors[1] y su equipo, quienes en 1996 sintetizaron la misión formativa en cuatro pilares: aprender a ser, aprender a conocer, aprender a hacer y aprender a convivir (Delors et al., 1996). Estos vectores, leídos hoy, no son meras categorías académicas ya que constituyen coordenadas estratégicas para navegar un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo.
Aprender a ser: identidad, propósito y ética en la era algorítmica
El primer pilar interpela la totalidad de la persona, su dignidad y libertad, valores que nuestra perspectiva antropológica cristiana sitúa en el centro de todo itinerario formativo. Hoy, “aprender a ser” implica cultivar la interioridad en un entorno saturado de estímulos digitales que pugnan por colonizar la atención. Significa desarrollar inteligencia espiritual y emocional para resistir la dictadura de la inmediatez; forjar integridad en medio de la opacidad algorítmica; discernir con criterio ético el uso de datos personales y la interacción con sistemas inteligentes. La salud mental de la juventud nos exige la urgencia de acompañar procesos de autoconocimiento, resiliencia y construcción de propósito. Al mismo tiempo, la ética del cuidado de la “casa común”, como nos planteó el Papa Francisco, se integra al ser: no hay plenitud personal desligada de la sostenibilidad planetaria. Entonces, formar el ser exige hoy educar consciencias capaces de habitar el mundo digital sin perder la brújula interior ni la responsabilidad ecológica.
Aprender a conocer: alfabetización de datos y pensamiento crítico en la sociedad del conocimiento expandido
La rápida obsolescencia de contenidos obliga a desplazar el foco desde la transmisión de información hacia el desarrollo de competencias metacognitivas: aprender a aprender, desaprender y reaprender. El Foro Económico Mundial calcula que un 39 % de las competencias centrales de los trabajadores cambiará antes de 2030 (World Economic Forum, 2025). Esto demanda que nuestros perfiles de egreso incluyan, además del sólido dominio disciplinar, la alfabetización de datos, la capacidad de dialogar con modelos de IA como colaboradores cognitivos y la habilidad de navegar críticamente entre fuentes, distinguiendo evidencia de opinión. La interdisciplinariedad deja de ser un adorno curricular para transformarse en condición de pertinencia: los desafíos de la transición energética, la ciberseguridad o la biotecnología requieren integrar saberes técnicos con fundamentos humanísticos. Así, aprender a conocer se redefine para adquirir obligatoriamente flexibilidad intelectual en tiempos de conocimiento líquido y abundante.
Aprender a hacer: competencias profesionales para un mercado automatizado y verde
El sello diferencial de la Educación Técnico-Profesional se juega en este pilar. Nuestra misión histórica de saber práctico se proyecta ahora en tres direcciones convergentes:
- La inteligencia artificial y la robótica no sustituyen de modo simple al trabajador, sino que exigen habilidades de co-creación humano-máquina. Programar, supervisar y mejorar sistemas inteligentes se convierte en tarea cotidiana del técnico del siglo XXI. Esto es central, nos referimos a un ser humano potenciado en sus capacidades cognitivas por las tecnologías que lo hacen posible.
- Los compromisos climáticos impulsan nuevas cadenas de valor. La demanda de instaladores de energías renovables, técnicos en hidrógeno verde y gestores de residuos industriales crece de manera exponencial. Incorporar la sostenibilidad como competencia transversal ya no es opción: es requisito de empleabilidad y de ciudadanía planetaria.
- Los estudios anticipan que el 60 % de los jóvenes entrará a ocupaciones que aún no existen, obligando a transitar con soltura entre proyectos, sectores y formatos laborales (WEF, 2025). Aprender a hacer significa, por tanto, dominar metodologías ágiles, cultura maker y pensamiento de diseño para prototipar soluciones en tiempo real.
La práctica reflexiva de aplicar la teoría, evaluarla críticamente y mejorarla continúa siendo nuestro norte, pero ahora mediada por gemelos digitales, realidad extendida y laboratorios remotos, herramientas que amplían las fronteras del aula y demandan docentes capaces de orquestar entornos híbridos de alta tecnología.
Aprender a convivir: ciudadanía global y cultura de la paz en la poli digital
Si algo caracteriza a la sociedad contemporánea es la interdependencia radical. Las crisis sanitarias, climáticas y sociales han evidenciado que ningún territorio vive aislado. Aprender a convivir supone educar para la empatía intercultural, el diálogo interreligioso y la corresponsabilidad cívica. La virtualidad amplifica tanto la posibilidad de colaboración transnacional como los riesgos de discurso de odio. Por ello, parece ser razonable que nuestras asignaturas de Formación General refuercen la competencia de comunicación digital consciente, la resolución pacífica de conflictos y el análisis crítico de la desinformación. Además, la gobernanza de los bienes comunes como los datos, océanos y la atmósfera, entre otros, reclama ciudadanos capaces de deliberar informadamente
En este escenario de actualización del mensaje de Delors, se le propuso a varias IA como Chatgpt, Gemini, Claude, Perplexity y Grok que nos presentaran líneas estratégicas para robustecer los cuatro pilares en clave siglo XXI. De los resultados obtenidos, escogimos las seis siguientes:
- Currículum modular y flexible: diseñar rutas formativas que combinen microcredenciales, certificaciones internacionales y aprendizajes basados en proyectos integrados a la industria. Ello facilita actualizaciones continuas y personalización de trayectorias.
- Vinculación productiva 360°: profundizar alianzas con empresas, incubadoras y laboratorios públicos para validar perfiles de egreso, integrar desafíos reales y co-diseñar formación dual intensiva.
- Capacitación docente en IA aplicada: desplegar programas obligatorios de alfabetización digital avanzada para profesores, incluyendo ética, prompt engineering y analítica de aprendizaje.
- Ecosistemas de bienestar integral: establecer protocolos de salud mental, tutorías de propósito y programas de mindfulness que sustenten el pilar “ser”.
- Laboratorios verdes y fablabs inclusivos: instalar espacios de innovación abierta orientados a la economía circular, accesibles a estudiantes y comunidades locales.
- Plataformas de ciudadanía digital: crear cursos transversales de alfabetización mediática, derechos digitales y producción colaborativa de conocimiento abierto.
Mirando más allá de 2030, los cuatro pilares permanecerán. Creemos que lo que mutará serán sus manifestaciones concretas. La irrupción de la computación cuántica, la bioimpresión de órganos o la gobernanza algorítmica multinivel exigirán reafirmar nuestra fe en la persona y su capacidad de autodeterminación. Aprender a ser incorporará la gestión de identidades digitales descentralizadas; aprender a conocer abrazará la co-creación con inteligencias artificiales cada vez más autónomas; aprender a hacer se vinculará a oficios hoy inimaginables, y aprender a convivir se jugará en comunidades distribuidas donde la frontera entre lo local y lo global será difusa.
La brújula ética permanece. Parafraseando la imagen de Delors, el aprendizaje encierra un tesoro y cuyo valor se acrecienta cuando se comparte. Nuestra misión institucional es abrir ese cofre y distribuir sus riquezas, conscientes de que la transformación social empieza por la transformación de la conciencia individual y colectiva. En la medida en que formemos personas íntegras, profesionales competentes y ciudadanos comprometidos, estaremos contribuyendo a un Chile y a un mundo más justo, solidario y sostenible.
La Educación Técnico-Profesional de Duoc UC, arraigada en su identidad católica y en su diálogo permanente con la ciencia y la industria, tiene la oportunidad histórica de apuntar a la renovación y actualización de los cuatro pilares planteados en 1996 por Delors.
Referencias
Delors, J., Carnoy, M., Carron, G., Hernáez, A., & Wagner, A. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana/Unesco.
Unesco. (2024, 24 septiembre). Launch of common framework to guide the digital transformation of education for all.
Unesco. (2023). Futures of Education.
World Economic Forum. (2025). The Future of Jobs Report 2025.
World Economic Forum. (2025, enero). The jobs of the future – and the skills you need to get them.
[1] La figura de Jacques Lucien Jean Delors (1925-2023), presidente de la Comisión Europea 1985-1995, que luego de dejar Bruselas, Delors presidió la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI de la Unesco y presentó el informe “La educación encierra un tesoro”. Allí formuló, junto a otros, los cuatro pilares del aprendizaje —aprender a conocer, a hacer, a vivir juntos y a ser—, matriz conceptual de alta relevancia para los años siguientes en todo el mundo.
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