Existe consenso internacional en organismos como la OIT, Unesco, OCDE, Banco Mundial entre otros, que estamos en presencia de un momento de gran incertidumbre y escaso conocimiento respecto al perfil de las ocupaciones, profesiones y competencias que tendremos en pocos años más.
En este escenario, si antes se solicitaba pertinencia de las carreras con el mercado laboral, hoy pasa a ser un requisito sine qua non de una manifestación expresa de la calidad institucional. De tal modo que esos lazos y débiles vínculos estables entre las instituciones académicas y las empresas que ha sido lo tradicional, parece hoy necesario fortalecerlos e institucionalizarlos por una mutua necesidad: Las instituciones formativas necesitan saber con rapidez qué necesita el mercado laboral para escribir sus perfiles de egreso, y este necesita que aquellas formen técnicos y profesionales adecuados a las exigencias de competencias presentes y futuras. Una relación débil entre estos dos mundos afecta a ambos, al país y su logro de más bienestar y, sobre todo, a los estudiantes.
Una relación más sistemática y permanente entre la academia y la praxis laboral es beneficioso para los estudiantes y para el crecimiento productivo del país. Las empresas suelen ser críticas y desconfiadas respecto a las competencias que traen al mercado laboral los egresados tanto de las universidades, institutos profesionales y de centros de formación técnica. De hecho, hasta el 2010, los egresados chilenos se demoraban mucho más que los egresados de los otros países miembros de la OCDE en encontrar su primer trabajo. Esta brecha si bien ha mejorado positivamente, dista mucho de ser lo deseable.
En este escenario, desde el Estado parece necesario una mayor coordinación entre los ministerios de Educación, Economía y Trabajo. Pueden ayudar mucho creando Consejos Sectoriales de competencias para las distintas áreas económicas del país, tal como existen en los países líderes en formación técnico profesional. De este modo, el sistema tendría más información y conocimiento de lo que está pasando en los distintos sectores y los estudios generados serían necesarios como insumo técnico para los perfiles de egreso futuros de las distintas carreras, como también importantes para crear nuevos perfiles de estudios.
La creación y fortalecimiento de los llamados Consejos Sectoriales (Skills Councils) en otros países, en Chile, con escasa excepción en ciertas áreas como la minería, no ha podido establecerse ni desarrollarse. Estos ayudarían a fijar los consensos específicos sobre las competencias requeridas para cada uno de los sectores económicos. Informar con más precisión de las necesidades futuras de empleos y, por tanto, proporcionar información de alta relevancia para los postulantes a la educación superior como también para las instituciones educativas. Serían una base de datos esencial para el análisis del mercado del trabajo actual y futuro. Asimismo, al constituirse como órgano estructurado, harían posible que se analicen las necesidades empresariales y laborales de manera sistemática y continua.
Para las instituciones educativas tener que crear estos Consejos o paneles de expertos es una tarea que siempre ha sido difícil. Cada una de estas ha tenido que hacerlo para poder levantar las competencias que requieren sus perfiles de egreso. La información generada solo es utilizada por cada una de estas y no se comparte con otros dichos levantamientos. Por esto sería muy valorable que el Estado se hiciera cargo, nacionalmente, de esta importante tarea. Se lograría darle unidad y homogeneidad y existiría información más completa para todo el sistema educacional respecto a cuáles son las competencias efectivamente demandadas, y así se podría alinear la formación técnica profesional con las políticas nacionales que están enfocadas a una mayor competitividad, globalización, más empleos y a una renta futura aceptable para los egresados.
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