Me he tomado la libertad de no redactar aquí una columna de opinión, sino más bien, contarles sobre el regalo que se nos ha aparecido en Villarrica.
Cuando iniciamos el Campus Villarrica -antes incluso de que existiese el edificio que hoy habitamos- trazábamos líneas, metas y planes sobre los desafíos que teníamos por abordar. Algunos evidentes como la generación de vínculos con actores y sectores claves del territorio, contratación del equipo administrativo y docente, implementación de talleres y proceso de admisión. Pero otros desafíos y regalos estaban ocultos. Y es que sucede, que a veces uno va en busca obstinada de algo y a medio camino se aparece un algo distinto, incluso mejor.
El Campus Villarrica se inició en una oficina de 60 mt2; ahí recibimos a los primeros postulantes y entre ellos a Álvaro y su mamá. Era la primera vez que nos enfrentábamos al desafío de entregar educación a un alumno con trastorno de espectro autista (considérese que la prevalencia TEA es de 1 cada 51 niños en Chile).
Al poco andar, con nuestro Campus recién inaugurado y con Pandemia de por medio, nos fuimos dando cuenta que no era únicamente Álvaro quien tenía la dificultad, sino también nosotros y sus compañeros. Álvaro no solo quería ser invitado a la fiesta, él también quería bailar. Nosotros pensábamos que bastaba con la “inserción” y enseñar a todos por igual y él nos fue enseñando que la inclusión era mucho más que eso, que efectivamente era como “un buen baile”, porque en un buen baile hay que ponerse de acuerdo: no resulta si uno le impone un ritmo al otro, no resulta si cada uno baila a su pinta, no, en un buen baile hay que saber leer al otro y eso se logra solo cuando el otro te importa.
Comenzó entonces a ser una conversación recurrente en nuestras reuniones, en el pasillo, en los correos. Ciertamente nos removió y producto de ello también pusimos atención en nuestros alumnos y alumnas con ceguera y con hipoacusia. Los profesores y profesoras que llevaron la batuta en esto realizaron conversatorios y la asesora de inclusión UAP tomó un rol protagónico en el equipo y nos motivó a ir más allá. Realizamos jornadas semestrales sobre inclusión, con administrativos y docentes, ya no solo para conversarlo, sino que también para vivenciarlo. Invitamos a relatores con discapacidad para recibir su vivencia en primera persona, realizamos talleres de lengua de señas, y nos hemos interiorizado sobre el espectro autista y sobre nuestras propias discapacidades.
Han sido 3 años intensos en muchos sentidos y el más significativo para el Campus ha sido el aprendizaje en inclusión, especialmente TEA. Hoy puedo contar con mucha alegría que Álvaro recibirá su título este 15 de diciembre. Su cambio ha sido notable y el nuestro aún más. Fue él quien abrió las puertas de nuestras cabezas para poder recibir a los alumnos y alumnas con autismo y Asperger que actualmente siguen estudiando en el Campus.
Por otra parte, este mes, gracias a la gestión de Dirección de Desarrollo Estudiantil, se ha logrado cerrar el acuerdo mediante el cual los colaboradores, alumnos y alumnas del Campus podremos capacitarnos en Cultura y Lengua Mapuche en cursos dictados por la Universidad Católica, lo que nos ayudará a avanzar también en temas de interculturalidad.
Asimismo, la carrera de Turismo de Aventura y Ecoturismo, en vínculo con la Municipalidad de Villarrica, organizó una salida de “turismo inclusivo”: Invitaron a un colegio de niños con discapacidad, consiguieron silla Joelette y los guiaron a una experiencia de turismo que nunca habían tenido. Las fotos tomadas ese día reflejan la emoción que experimentaron los niños, los estudiantes y los profesores, porque la inclusión no es algo que beneficie solo a quienes tienen discapacidad, ya que es algo que nos beneficia a todos.
Durante estos 3 años hemos superado la primera etapa que es la integración y estamos conscientes de que vamos “camino a” la inclusión. En ese proceso de transición -o de maduración- estamos ahora. Porque la inclusión se trata de derribar barreras: sean físicas, de falta de herramientas, pedagógicas, de implementación de enfoques de enseñanza, de evaluaciones acorde y de organización, y también barreras actitudinales, como la exclusión y el asistencialismo.
Estamos cerrando un gran año en Villarrica, con buenos indicadores, pero tal vez más importante que eso es que estamos develando aspectos propios de un sello, uno que no buscamos a la fuerza, sino que simplemente apareció y que supimos oír.
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