El martes 10 de marzo de 2015 el senado aprobó la ley del “20% de música chilena en las radios”, que significa a las emisoras la obligación de programar un mínimo de 20% de música chilena en su parrilla diaria. Durante 8 años, las radios, en desacuerdo, alegaron que se coarta su libertad de expresión. Los músicos alegaron apoyo al arte e identidad nacional. Pero ¿a quién beneficia finalmente la aplicación de esta ley? ¿A todos –o al menos a la mayoría- de los chilenos? No. Beneficia directamente a una parte de los chilenos: a los músicos –que tengan producciones musicales editadas-, a los sellos y, en menor medida a los trabajadores de la industria del sonido (derechos conexos). Las leyes las hacemos para beneficio de todos –el bien común, la base de la vida en sociedad-, sin embargo, vemos diariamente y hasta el cansancio cómo los distintos sectores abogan por leyes que los benefician a ellos en particular. Yo soy músico. Y trabajo formando profesionales del sonido. Y desde esta posición debiera estar de acuerdo con la aplicación de esta ley. Pero desde esta posición le pregunto a mis colegas: ¿De verdad creemos que esta ley dignifica la creación y producción musical chilena? Porque con ella se está obligando no sólo a las radios a emitir un porcentaje determinado de música hecha en Chile, sino que se está obligando a los chilenos a escuchar ese porcentaje de música en las radios. Como músico no veo dignidad en obligar a las personas a escuchar mi música. Pero como músico, me gustaría que mi música la escuche quien realmente la quiera escuchar. Por ejemplo, no vemos a los pintores chilenos exigiendo un porcentaje de participación en exposiciones o dentro de las casas de los chilenos. ¿Es imaginable una fiscalización a los hogares chilenos para ver qué porcentaje de cuadros de pintores nacionales tienen colgados en sus muros? Sería absurdo. Si lo que nos interesa de fondo es la cultura musical de los chilenos, sería mucho más consecuente, urgente y legítimo ocuparnos de legislar a favor de un aumento del porcentaje de horas que se destina hoy a la educación musical en la educación básica y media. O preocuparse de que se genere música chilena de calidad. Porque ese discutido 20% no asegura ni calidad musical ni variedad de intérpretes. La “cuota” dentro de ese 20% se daría por el interés comercial que tenga los sellos discográficos, de poner a sus artistas más “rentables” en la parrilla programática (pagando por ello a las emisoras) y en menor medida por la aprobación popular del músico. Es decir, la música como un producto de consumo sujeto a las leyes del mercado. Pero si tratamos las obras musicales como productos comerciales, seamos consecuentes y lancemos nuestros “productos” a la pelea en la arena del mercado, y eso significa: en igualdad de condiciones. Nada de cuotas o porcentajes. Con un 20% asegurado dentro de la programación se caerá rápidamente en rellenar con cualquier cosa que sea hecha en Chile para cumplir con la cuota. Y se echará mano de lo más trillado y probado. Por lo tanto, no beneficiará a los músicos emergentes ni a los sellos independientes, que tienen con esta ley sólo un cuarto de ese 20%. Yo apuesto por continuar en la mejora de la calidad en la creación y la producción musical. Yo propongo algo mucho más interesante (¿o más ingenuo?) a mis colegas músicos y a los productores musicales:
- Ganémonos ese espacio dentro de la programación con música chilena bien producida y de calidad
- Revisemos y mejoremos los fondos concursables para que incentiven y financien no sólo la creación de calidad, sino también al creador y al productor de calidad.
- Revisemos y mejoremos el nivel de la educación musical en la educación básica y media.
- Y, finalmente, pongamos nuestros esfuerzos en desarrollar y aprovechar nuevos canales para llegar al público, porque si bien es un medio masivo, la radio no es el único canal.
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