Mucho se ha escrito y comentado de la vida del insigne héroe naval chileno que combatió en la Guerra del Pacífico, ocurrida entre los años 1879 a 1883 entre Chile, Perú y Bolivia a raíz de disputas relacionadas con límites y explotación de salitre. Por lo tanto, realizar un breve análisis de su biografía bajo un enfoque histórico-filosófico es una tarea no sólo hermosa, sino que por lo demás atrayente.
Sabemos que la axiología es el estudio o tratado de la dignidad, o como la definen los textos, es la teoría filosófica de los valores. Pero ante esta definición puede y debería emerger la pregunta, ¿qué son los valores? Los valores o principios, en nuestra cultura cristiano occidental, no son otra cosa que las tan antiguas y muchas veces olvidadas virtudes.
Es en este campo que escribiremos esta columna biográfica de Prat. Nos hemos trazado un rumbo que nos permitirá navegar primero, por las llamadas virtudes teologales, es decir fe, esperanza y caridad, para proseguir y concluir con las cardinales, prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
FE
La definición de esta virtud es “creer algo a alguien”. Tratar de explicarla es bastante complejo. La religión la menciona como un don o gracia, es decir, como un regalo que se recibe, que no es racional, que no obedece a la voluntad, que se tiene o no se tiene y quien la posee debe estar agradecido. Prat, curiosamente, tiene por lema de vida, el siguiente:
“Dios nos guía, y lo que sucede es siempre lo que debe suceder”.
¡Qué podemos comentar de este aserto!, sin duda el alma que habita e ilumina la razón de quien profiere tal pensamiento, está imbuida del más preclaro amor y trasunta un completa fe en Dios.
ESPERANZA
La mejor definición que Arturo Prat nos puede dar de la esperanza, está guardada en el reverso de una carta que Carmela le hiciera llegar a su buque, cuando se encontraba comisionado en Mejillones de Bolivia, alejamiento que debió ser particularmente duro para los esposos, puesto que su primera hijita, Carmelita de la Concepción, de tan solo meses de edad, se encontraba gravemente enferma. Es interesante recordar que la tasa de mortalidad infantil en el Chile de la época era inquietantemente alta.
El 5 de diciembre a las 1h 3m de la noche murió su hija.
Esta carta es la destinada a anunciármelo, la amargura que revela debiera habérmelo hecho comprender, pero es tan dulce la esperanza. La esperanza es dulce, dice nuestro héroe y puede definirse así puesto que es un acto de fe, de confianza en el Supremo Hacedor, de aceptación, con la certeza de que la Divina Providencia no permitirá daño trascendente alguno para nuestras almas.
CARIDAD
Arturo Prat solo se decidió a solicitar la mano de Carmela cuando ascendió al grado de Capitán de Corbeta debido a que no le era posible, con su sueldo naval, satisfacer las necesidades de su señora madre y la de un nuevo hogar. Por esa razón pospuso expresar a su amada los sentimientos que albergaba desde largos años para ella en su corazón. Sin embargo y no obstante su precaria situación económica, no duda en ofrecer sus servicios gratuitos para impartir clases en la escuela para adultos de Valparaíso, “Benjamín Franklin”. En una de sus cartas expresa el sentimiento que le mueve a cooperar con esta obra afirmando que estamos obligados en cuanto humano a servir a los demás.
La voluntad de Prat está sin duda iluminada por la práctica de la virtud de la caridad.
PRUDENCIA
Prudentia, señalaba Cicerón, deriva de providere, que significa tanto proveer como prever. Virtud de la duración, del porvenir incierto, del momento favorable, del Kairos griego; virtud de la paciencia, de la oportunidad y de la aceptación. La prudencia es el arte de evaluar, es el deseo lúcido, razonable. La prudencia separa la acción del impulso. La prudencia, decía San Agustín, es “un amor que elige con sagacidad”.
Arturo Prat da muestras de saber perfectamente el significado de esta virtud, cuando sabe esperar el momento preciso para actuar conforme a sus ideales, el momento para encaminarse a sus estudios de abogacía o el momento para contraer matrimonio. Finalmente, su máxima demostración de prudencia fue en el momento del combate cuando sabe esperar el momento preciso, no solo para pronunciar su arenga inmortal sino cuando emprende el salto a la gloria, midiendo claramente las consecuencias que su acción va a producir.
JUSTICIA
Sin duda la segunda profesión que Arturo Prat eligió no podía estar más ligada a la virtud de la Justicia. Debemos destacar que mucho antes de recibirse de abogado ya había dado muestras claras de su posición frente a ella. A los veinte años cuando aún no comenzaba sus estudios de abogado, Prat defiende al ingeniero 2° de la Covadonga, Ricardo Owen, quien había sido acusado de “insultar a un superior y no oír, con resignación, sus amonestaciones”. Analiza los hechos y plantea la defensa, sus antecedentes son tan sólidos, serios y según el historiador Gonzalo Vial, “a pesar de que los acusadores eran de mayor rango jerárquico que él no duda en plantear duras críticas al procedimiento seguido por sus superiores”. Finalmente Owen es declarado absuelto.
Ya en posesión de su título de abogado, Prat no duda en acudir en defensa del Teniente Luis Uribe cuando ocurre un incidente entre él y su jefe en Londres. Su camarada y amigo de infancia es separado del servicio debido a que contrajo matrimonio sin la correspondiente autorización que debía expedir el Almirante Goñi. La situación de Uribe no podía ser peor, sin embargo, Prat toma el caso, lo analiza a fondo y encuentra los argumentos necesarios para que el Consejo de Guerra no sólo declare inocente al inculpado sino que le devuelva su grado y obtenga una indemnización por los sueldos que se le habían retenido durante la causa.
El extenso escrito que aún se guarda de esa brillante defensa deja muy en alto el sentido que Prat tenía de la justicia y del calor y decisión con que presentaba sus alegatos.
FORTALEZA
Así como la prudencia nos fija el recto obrar y nos señala el camino al cual dirigirnos, sucede muy a menudo que en la ejecución de la obra a realizar van presentándose una serie de obstáculos que llegan en un momento determinado a hacernos desistir del rumbo emprendido. Para evitar lo anterior requerimos de esta virtud que nos infunde el valor necesario para soportar el temporal.
Arturo Prat pone en práctica esta virtud ante la muerte de su padre, que en alguna forma la esperaba; en la muerte de su hijita, que no esperaba y en su propio sacrificio, que se auto impone en aras del deber.
Fuerte debió ser al recibir cada día peores noticias sobre la salud de su hija; fuerte cuando ve partir la escuadra rumbo al Callao a buscar el enfrentamiento con el enemigo dejándolo en la opaca retaguardia a cargo del bloqueo de Iquique y, finalmente, fuerte al emprender la ruta de los elegidos. Cuando todo parecía hacer imposible el logro de su misión, Prat resurge de la adversidad y extrema los recursos humanos y materiales logrando evitar las funestas consecuencias que habría acarreado otra conducta de su parte para los puertos chilenos más al sur de Iquique.
TEMPLANZA
Decimos que la templanza es aquella virtud de poner orden en el interior del alma, del propio yo, haciendo un todo armónico de una serie de componentes dispares. Es una autoconservación desprendida, donde el hombre tiene puesta sobre sí mismo la mirada y la voluntad; su falta provoca la autodestrucción porque se degeneran en forma egoísta las energías destinadas a sí mismo.
Esperamos que este breve recorrido por las virtudes teologales y cardinales reflejadas en la vida de este insigne marino pueda ser útil para muchas otras personas y nos inste a intentar incorporarlas a nuestro carácter. Probablemente no llegaremos a ser héroes, pero podremos llegar a ser personas un poco mejores… pienso.
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