Hace unos años se entendía que el liderazgo residía en una persona o individuo, por lo que el concepto recurrente era el de “líderes”. Sin embargo las actuales corrientes de liderazgo más significativas tiene que ver con la comprensión del liderazgo como un fenómeno colaborativo: “El proceso de liderazgo no puede ser descrito simplemente en términos de la conducta de un individuo, más bien, el liderazgo incluye relaciones colaborativas que llevan a una acción colectiva” (HERI, 1996).
Ya lo determinaba la declaración de Bolonia (1998) para las universidades Europeas, señalando la importancia del liderazgo como función es que reside en el grupo, se inserta en la cultura y dinamiza el funcionamiento de una organización. Dicha declaración establece que lejos de ser una aspiración de unos pocos, el liderazgo estudiantil debe alzarse como uno de los lineamientos fundamentales del desarrollo de los estudiantes de cualquier institución de Educación Superior. Debemos por lo tanto, propender a una institución que comprenda que promover el liderazgo estudiantil es una tarea posible y necesaria que debe ser abordada desde una mirada institucional y con la profundidad de adscribir a un modelo teórico que la sustente (pareja, et al, 2012) sin responder a las conveniencias ni aspiraciones personales o de grupos de interés (Lorenzo Delgado, 2005). Estos autores ponen de manifiesto la necesidad de contar con un modelo que inspire, guíe y entregue sustento a cualquier acción en la línea del desarrollo de liderazgo. Tal como la educación no es neutra y es consecuencia de una planificación adscrita a un modelo teórico de base, así también lo es cualquier actividad en el contexto educativo. Para nuestros propósitos: el desarrollo de liderazgo.
A partir entonces, del desarrollo del liderazgo estudiantil bajo conceptos definidos, lograremos que nuestros alumnos se motiven y se agrupen positivamente, lo que invariablemente los dirigirá a nuevas acciones de representación efectiva, espontánea y democrática que les entregue valores y actitudes que les ayudarán en sus futuros a desarrollar competencias de empleabilidad para sus vidas profesionales y personales.
Maturana en su libro “emociones y lenguaje en educación y políticas” dice: “la situación y preocupaciones de los estudiantes de hoy ha cambiado. Hoy los estudiantes se encuentran en el dilema de escoger entre lo que de ellos se pide, que es prepararse para competir en un mercado profesional, y el impulso de su empatía social que los lleva a desear cambiar un orden político cultural generador de excesivas desigualdades que traen pobreza y sufrimiento material y espiritual” (Maturana, 2005). ¿Por qué nuestros estudiantes querrían ser líderes? Maturana responde en parte esta pregunta. En un mundo individualista, desconectado de las emociones, tecnologizado y sistematizado, lo que le ocurra al prójimo poco importa. La competencia nos consume y la necesidad de ser el más apto nubla los propósitos sociales. Nuestros alumnos debiesen aspirar a levantarse para cambiar este paradigma.
Existen diferentes tipos y modelos de liderazgo. La bibliografía es prolífica a la hora de clasificarlas: existen los liderazgos centrados en las personas y sus capacidades individuales, es decir el liderazgo “focalizado” (Pareja, et al 2011) y los liderazgos que comprometen a la organización, desarrollan capacidades y a través de ellas, nuevos líderes (Leithwood et al, 2006) es decir, “organizaciones que aprenden”. Y existen liderazgos asociados a instituciones educativas, sus actores sociales y sus interacciones. La literatura es concluyente para indicar que el liderazgo parte por una mirada individual para dar paso a una mirada colectiva que se conceptualiza como una función inherente a un grupo y por extensión a la institución, razón por la cual el concepto de liderazgo es más comúnmente usado que el de líder. Es por tanto una característica de la cultura del grupo y la organización, “El liderazgo es un fenómeno que eclosiona a partir de ciertos rasgos de la persona que resultan idóneas en función de que la situación sea una u otra para dinamizar a un grupo, colectivo o institución concreta y no a cualquiera, en la construcción de un proyecto compartido” (Lorenzo Delgado, 2005).
Debemos, por tanto, comenzar a hablar de liderazgo estudiantil y sobre todo estar atentos a reconocer a aquellos alumnos que son agentes de cambio, colaboradores que los apoyen y directivos que los guíen.
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