En estos días se ha abierto un debate sobre la extensa jornada laboral en Chile y se ha planteado, de manera muy liviana, que la reducción de la jornada traerá no solo mejor calidad de vida sino también mejora en la productividad.
Chile es uno de los países con las mayores jornadas de trabajo en el mundo. En promedio, el chileno trabaja 1.989 horas al año y, según la última investigación de mercado internacional de Expert Market, el valor de nuestro trabajo está estimado en 11 dólares la hora. Mientras tanto, en Luxemburgo, el país más productivo del mundo, trabajan 1.643 horas anuales y el valor de su trabajo es de 58 dólares.
La productividad es, precisamente, uno de los talones de Aquiles de la economía chilena. Según el mismo estudio estadounidense, y según datos de la OCDE del año 2016, ocupamos el segundo lugar con menor productividad laboral, tras México. Si bien, las industrias y los organismos de Estado comprenden que la productividad es un tema país y es clave para el crecimiento de la economía, son pocas las soluciones a largo plazo que se llevan a cabo, a nivel nacional, para mejorarlas y así lograr un aumento significativo en las cifras de tendencia del Producto Interno Bruto (PIB).
Un tema importante para el aumento en la productividad es la educación; pero no solo lo que se entiende como educación preescolar, escolar, técnico-profesional y universitaria, también existe aquella educación que ha quedado fuera en las últimas políticas públicas del área y que tiene una incidencia mucho más efectiva en el corto plazo: la capacitación.
Las capacitaciones, aquellas que entregan las OTEC (Organismos Técnicos de Capacitación) que cumplen con la Norma Chilena 2728, pueden impactar directa y positivamente en la productividad de Chile. Si bien el Estado, a través de Sence, invierte muchos recursos, aún son pocas las empresas que aprovechan esta inversión y oportunidad para inyectar conocimiento, tecnicismo y especialidad a los trabajadores. En Chile, hay un poco más de un millón de empresas, y solo 16 mil de ellas utiliza esta franquicia tributaria para capacitar a sus colaboradores. Además, hoy sigue habiendo una inercia cultural de pedir cursos que, realmente, no aportan en la productividad de la organización y, por ende, de la industria.
La mejora en la productividad no tiene una receta secreta, ni puede solucionarse con una varita mágica, pero sí hay ciertos elementos esenciales. Uno de ellos es que las empresas deben comprender y definir los perfiles de los empleados que necesitan, saber su enfoque y su especialidad, y de qué manera esta me puede beneficiar directamente en mis resultados a final de año. Además, los cursos de capacitación deben estar inmersos en un programa a mediano plazo, que les permita a los trabajadores entender que el primer curso es necesario para el último, tal como lo hace el área de Educación Continua de Duoc UC, donde incluso se permite, en ciertos Diplomados, continuar con los estudios en una carrera técnica o profesional.
Las capacitaciones deben ser comprendidas como un elemento de trayectoria laboral. Es necesario que las empresas aprovechen las oportunidades Sence, y capaciten a sus empleados en OTEC de calidad, con programas que lleven directamente a las habilidades que la industria necesita y, sobre todo, que les permita dar con el perfil curricular que ella precisa.
Para 2015, un poco más del 55% de los jóvenes entró a estudiar a la educación superior al terminar la educación secundaria. Si bien, esta cifra creció en más de 10 puntos porcentuales en 10 años, aún existe un importante número de jóvenes que va directamente al mundo laboral. Esto nos hace pensar el nivel de motivación que podrían tener los trabajadores de cualquier industria, si una capacitación lo puede llevar a un título. Entonces, ¿qué rol cumplen las empresas? ¿solo buscar al trabajador más apto? No. Las industrias pueden encontrar a un trabajador que cumpla con ciertos requisitos, pero pueden hacerse parte de su capacitación y entrenamiento para que este entregue las habilidades exactas que la industria necesita, y que así, en un trabajo en conjunto entre los trabajadores, organizaciones, Estado y OTEC, la productividad del país aumente considerablemente, y podamos volver a las importantes cifras que nos situaban en el primer lugar de la región. Además, entregar oportunidades de estudios de calidad que parten en un programa de capacitación, pero que puede terminar en un profesionalismo que muchas empresas querrán tener en sus colaboradores, sobre todo si consideramos que la vida cada vez es más larga y que los avances tecnológicos van creando nuevos puestos de trabajo, para lo que se necesitan trabajadores con competencias distintas.
Aún hay mucho camino por recorrer, y muchas oportunidades por aprovechar. Existen programas de capacitación con sistemas de articulación que le permitirán al país, y por ende, a sus industrias y empresas, contar con trabajadores perfectamente capacitados para enfrentar un mundo competitivo, con necesidades técnicas y laborales específicas, capaces de suplir en cualquier industria.
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