Picarquín es un desafío cada año, al ser el evento que esperan todos los alumnos que participan en pastoral. Todos los que llegan están expectantes sobre los temas que se hablarán, con quienes compartirán y qué actividades se realizarán. Las ansias son grandes y el trabajo es desafiante, pero este año en particular fue aún más porque decidimos cruzar a la vereda del frente y trabajar en pro de los alumnos, a favor del encuentro facilitando todo lo necesario para que se genere un encuentro con y en Cristo.
La experiencia de preparar este encuentro y trabajar con un equipo de servicio compuesto por alumnos de diferentes Sedes, es una experiencia significativa para la formación y el desarrollo pastoral. Es aportar desde nuestro servicio a todos los que dedican tiempo para la misión que Dios nos ha dado.
Ser servidor no es fácil, trabajamos cuando nadie nos ve, oramos cuando esperamos la llegada de los buses, dormimos poco y compartimos las alegrías dando gracias porque el Señor nos ha llamado a servir. A Él le entregamos nuestro tiempo y el cansancio de nuestra labor como Él entregó su vida por nosotros.
Cada acción tiene un valor gigante y ese valor está en generar una cercanía plena con los demás estudiantes para mostrarle a Dios. Es crecer en la fe a través de una nueva dimensión pastoral que no se reduce a guiar a un chico a su habitación, de entregar un material o preparar un cuadro o cuadernillo. Es la posibilidad de desarrollar habilidades de comunicación, planificación y trabajo en equipo a favor de un mismo objetivo: que todos nos encontremos y nos quedemos con Dios.
Ser parte del equipo de servicio es más que solo servir, es servir en la presencia del Señor para nuestros hermanos. Esto nos llena de gozo en el espíritu, un gozo que es tan grande que no existen palabras para describirlo. Una alegría que podemos traducirla en lo reconfortante que es ver la sonrisa de un joven cuando lo ayudamos, el abrazo de un coordinador o los diálogos que se generan a través de los contenidos entregados. Ver cómo avanzan los trabajos grupales o como todos están felices por los detalles entregados.
Mi vida en este tipo de voluntariados partió a los 16 años, por un llamado, y no fue un llamado cualquiera, fue el llamado de Dios, el llamado a seguirlo y encontrar el rostro de Cristo en las maravillas que ha creado, en aceptar y declarar firmemente mi amor y ayudar de forma espontánea, colaborando con los otros y presentar siempre esta vocación en todas las dimensiones sociales donde me desarrollo. Gracias a este servicio mi vida es más ligera y reconfortante porque mi corazón se infla por ver sonreír, compartir o hablar con los demás. Porque es allí donde encuentro el rostro de Cristo, que es Cristo vivo en cada uno de nosotros. Siempre me ha gustado trabajar tras bambalinas, cuando las luces del escenario se apagan. Es allí donde aparece la forma de evangelizar que he elegido. Porque ser servidor joven es reflejo de sacar de nuestra zona de confort a nuestra fe y disfrutar activamente la entrega integrando y compartiendo la alegría de Jesús, el resucitado con otros jóvenes.
Picarquín 2017 ha marcado un antes y un después en mi vida de fe y en mi desarrollo dentro de Duoc UC, porque coordinar el equipo de servicio nacional es un verdadero desafío, pero es esa clase de desafíos que te invita a seguir creciendo, trabajando y perfeccionándote cada vez más para entregar momentos plenos con Jesucristo.
Al finalizar este Encuentro de Alumnos en Picarquín, no me queda más que soñar más alto: “quiero que en cada sede de Duoc UC exista un equipo de servicio”, que se forme una comunidad que viva su espiritualidad en la entrega a los demás sin esperar nada a cambio, porque nuestra recompensa está en el Padre y en vivir tras las huellas de Jesús. Aquel Jesús “que no ha venido para ser servido, sino a servir” (Mateo 20, 28).
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