El ingreso a la educación superior técnico-profesional se posiciona como un gran desafío para los jóvenes que toman la decisión de entrar a este nivel de formación. Esto, dado que los contextos y programas formativos de nivel profesional implican una serie de dificultades, las que son de distinta índole, pasando por la exigencia, propia de estos espacios, hasta las interacciones sociales que se van desarrollando en estos ámbitos. Estas dificultades con las que se ven expuestos los estudiantes, tanto de primer año como de cursos superiores, se vinculan, primordialmente, con la distancia existente entre los requerimientos de los niveles escolares y los procesos que se desarrollan en el contexto académico, así como también producto de las exigencias de cada comunidad disciplinar a la que están ingresando estos futuros profesionales.
A raíz de lo anterior, se hace primordial que en los contextos de formación profesional se incluyan actividades en las que los estudiantes tengan la posibilidad de acceder al conocimiento propio de la disciplina en la que se están formando y, a su vez, participen activamente de las prácticas que caracterizan a la comunidad profesional en la que se insertarán a futuro. Para poder cumplir con estos propósitos, es trascendental que los alumnos alcancen el conocimiento específico de un área del saber, lo que únicamente se podrá lograr en la medida que exista un acercamiento a los géneros discursivos propios del área, a través de la implementación de habilidades comunicativas que funcionen como herramientas para la construcción del conocimiento disciplinar. Dado esto, se debe propiciar la generación de espacios donde los estudiantes puedan participar de prácticas sociales de lectura y escritura que faciliten su inclusión en un ámbito o espacio de la vida profesional y que, a su vez, los prepare para ejercicio profesional, lo que se alcanzará con la comprensión y producción de textos de acuerdo a las pautas establecidas para una cultura disciplinar en particular (Bajtin, 1995; Martin, 1992; 2014; Halliday & Martin, 1993; Martin & Rose, 2008).
Una forma de abordar esta situación es a través de programas de escritura que permitan dar respuesta a los requerimientos de un campo disciplinar, donde las habilidades comunicativas no sean abordadas como procesos separados e independientes, o que se debiesen aprender en otra parte (Russell, 1997), sino que como una práctica que debe desarrollarse en el mismo contexto académico en que se mueven los individuos que la utilizan. Es por ello que, desde el año 2016, el Programa de Lenguaje y Comunicación, comenzó a participar activamente del proceso de Creación y Actualización de Planes de Estudio (CAPE) de la escuela de Informática y Telecomunicaciones y, en particular, de las carreras de Ingeniería en Informática. En este marco, es que las asignaturas de Comunicación Escrita y Comunicación Oral se han visto enfrentadas a cambios trascendentales, tanto del punto de vista de su denominación como de sus propósitos, diseño e implementación. Con la incorporación de estos cambios, en la actualidad es posible visualizar las asignaturas de Habilidades de Comunicación Escrita y Habilidades Comunicación Oral al interior de las mallas formativas de las carreras enunciadas, posicionándose ambas como un primer acercamiento efectivo a la alfabetización académica en la formación técnico-profesional en Duoc UC.
Dado lo anterior, comenzar a desarrollar procesos de alfabetización académica en el marco de la formación de futuros técnicos y profesionales cobra importancia, debido a que, tanto la comprensión como la producción de textos son actividades presentes en la formación de cualquier profesional por ser consideradas fundamentales para adquirir, elaborar y comunicar el conocimiento. De esta manera la enseñanza y el aprendizaje en la educación superior deben partir necesariamente de un replanteamiento de la forma en que se conciben la lectura y la escritura como herramientas fundamentales de comunicación, adquisición y producción de conocimiento, estudio, expresión y organización del pensamiento (Caldera & Bermúdez, 2007), donde el aprendizaje se traduce en la habilidad de manipular la información, no solo memorizarla, y el lenguaje es el instrumento que permite al alumno manejar, dar significado y transformar el conocimiento, posibilitando el ingreso efectivo y exitoso a un campo de desempeño profesional.
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