Durante agosto el presidente Piñera, en una cadena nacional, dio a conocer las indicaciones que va a presentar el Ejecutivo con motivo del cambio del plan tributario heredado de la administración anterior. Entre las indicaciones está la integración del sistema, la función de cálculo del SII para las PYMES y la instauración del sistema de boletas electrónicas. Parecido a lo ocurrido con la factura desde hace unos años atrás.
Todo el tecnicismo propio de una reforma (o contra reforma, en este caso) queda en vilo a la hora de los gestos políticos y comunicacionales que requiere algo de tamaño calibre. En eso, el Gobierno ha sido bastante dejado. Por una parte, se demoró 2 días en cuantificar el impacto que van a tener las medidas que buscan ser aprobadas. En ello, el tiempo les jugó en contra. La conjetura ya se había tomado la tribuna y el eco de la rebaja al impuesto a la renta de los empresarios sonaba como comidillo. Lo increíble es que, a meses del anuncio del proyecto, aun no ingresa un bosquejo al Congreso. El tiempo pasa y parece el piso político se vuelve más pequeño.
En este escenario, el ministro Larraín debió apurar el tranco e intentar explicar el efecto neutro en la reforma. Esto quiere decir que la diferencia de las rebajas vs los incrementos tendrá en total efecto 0 en la recaudación fiscal cuando la reforma entre en régimen.
Números más o números menos, lo importante en este caso son las señales que se envían al mercado y al país. Lo que se ha cuestionado de esta idea, es de donde provienen los recortes. La integración no es otra cosa que un descuento del impuesto a la renta de los dueños de las empresas. Esto, sin dudas es una medida que afectará a todo empresario (sin importar su tamaño), pero en la práctica, es un hecho que los grandes empresarios serán más favorecidos con la medida.
En contra parte, Hacienda propone una mejor fiscalización y recaudación del IVA a través de la boleta electrónica. Se habla de más de mil millones de dólares. La pregunta obvia es ¿Por qué no se presentó esa medida antes?, ¿qué justifica que un país por tantos años se prohíba a si mismo de recursos fiscales que son importantes para educación, salud y seguridad social?
Otro dato no menor es que en la misma semana en que se anuncia este proyecto, la encuesta CASEN entrega una disminución en la pobreza, pero un aumento en la desigualdad del país. Este último ítem es el que genera más escozor al hablar de la contra reforma. En un país que de por si ya es desigual, bajar las tasas impositivas a las rentas más altas de la comarca es una afrenta a la moral.
La decisión que debe tomar Chile es la que deben tomar todos los países que van al desarrollo y responder a la pregunta: “¿Qué queremos? y ¿cómo lo queremos?” Chile no ha sido capaz de encontrar un modelo de desarrollo integral, que incluya a sus ciudadanos en diversas áreas. En ello, las políticas tributarias son un pilar fundamental. Ejemplos en el mundo sobran, desde aquellos con pequeños impuestos, pero distribuidos en la ciudad, Estado y federal (USA) y en las antípodas aquellos países con muy altas tasas de impuestos a la renta que incluso alcanzan niveles del 50% pero en que el Estado es actor y partícipe en sectores como educación, salud y pensiones (Canadá y Noruega, por ejemplo). En cada uno de estos países, los ciudadanos han aprendido a convivir con sus modelos tributarios, entendiendo el fin primero y último. Mientras en Estados Unidos se aprecia el consumo y la libertad de elección a todo evento como valores fundamentales. En su vecino del norte, los ciudadanos no transan sus sistemas de salud, educativo y de pensiones mixtos.
En nuestro caso, la sociedad se ha ido adaptando a los cambios de políticas públicas en la parte tributaria, sin entender la importancia que estas tienen. Hemos llegado a una vida independiente de 200 años sin poder ponernos de acuerdo en algo básico. Lo cual se ha transformado en esencial tomando en cuenta el arrebato de empresas públicas que sufrió el Estado en tiempos de dictadura. Actualmente, uno de los grandes ingresos que recibe la administración pública proviene del IVA, el peso del impuesto de segunda categoría (el que pagamos las personas) es menor, lo que se entiende en un país con ingresos bajos como el nuestro. Lo inexplicable es que se busque bajar ese registro.
Como Sophia, Chile se ve forzado a escoger por un camino, en este caso por un modelo y por un sueño de sociedad. Hemos de esperar que no sea una elección tan traumática.
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