En Duoc UC reconocemos a nuestros docentes como pilares fundamentales en la materialización de nuestra misión institucional, con una convicción en que no albergamos ni la menor de las dudas. La dedicación de cada uno de ellos se manifiesta de manera palpable en su quehacer educativo y en el compromiso que demuestran día a día en nuestras sedes. Su labor, refrendada por el distintivo institucional, abraza la valorización de la persona, la promoción de los valores cristianos y un compromiso inquebrantable con el bien común. Si bien no todos tienen una adherencia a la religión, resulta familiar identificar el compromiso que se tiene con los valores universales y la formación integral. Son elementos que nos distinguen y nos hacen únicos entre las demás instituciones educativas.
Contemplar la figura de un profesor cristiano en Duoc UC no debería evocar la imagen de un educador perfecto, pero sí debe llevarnos a imaginar a un maestro que trasciende el mero acto de enseñar, educando desde lo más profundo de su ser y tomando a Jesucristo como su referencia suprema, el modelo de humanidad que guía su quehacer docente. Quien consciente de su responsabilidad, vierte el mejor de sus esfuerzos en cada acción que realiza en favor de sus estudiantes y las tareas que le son confiadas. Así mismo, abraza y promueve los valores cristianos, se asemeja a un faro que, como guía a los navegantes, orienta a los estudiantes a través de los diversos desafíos académicos, proporcionando dirección y apoyo. También se asemeja a un constructor, cuyos cimientos sólidos y herramientas apropiadas edifican un futuro promisorio para sus estudiantes. Estas analogías resaltan la multifacética labor de un buen profesor, desde su función como guía y líder creativo.
Entonces, ¿qué debe caracterizar a un profesor en Duoc UC?
En primer lugar, la conciencia, que es una de las primeras virtudes que debe poseer un profesor de inspiración cristiana en Duoc UC o en cualquier otro contexto. Esta conciencia implica comprender plenamente su misión y la responsabilidad que ha sido confiada en sus manos. El docente comparte su misión con Cristo, quien fue reconocido como el Maestro por excelencia. Sus contemporáneos y la comunidad lo identificaron como aquel que enseña, acoge y guía en el camino del conocimiento.
Además, el profesor tiene en claro que la persona es el eje central de su labor. Se preocupa por el desarrollo y bienestar de sus estudiantes, y su enseñanza, sin necesidad de palabras, refleja que está arraigada en los principios espirituales y morales de la fe cristiana. Los ideales del docente están marcados por un elevado compromiso ético, que se traduce en la ejecución de su labor con excelencia y en una creatividad inagotable que promueve la dignidad de cada ser humano.
Más que un experto, el docente es un maestro, que muestra un profundo respeto por sus alumnos y alumnas, considerándolos como compañeros en la construcción del conocimiento. Como bien expresó William Butler Yeats, “la educación no consiste en llenar un cubo, sino en encender un fuego”. El docente demuestra empatía y compasión, promoviendo el respeto y la tolerancia en todo momento. Se inspira en la palabra de Dios y, aun en medio de las adversidades, encuentra la inspiración y la motivación necesarias para su labor educativa, como señaló Brad Henry: “Un buen maestro puede inspirar esperanza, estimular la imaginación y encender el amor por el aprendizaje”. Por esta razón, quedan en nuestros corazones aquellos profesores que no solo transmitieron conocimiento y habilidades, sino que también se preocuparon por cada persona, educando en la integralidad del ser.
El docente fomenta el diálogo y el pensamiento crítico como valores esenciales para los estudiantes que enfrentan los desafíos de nuestro mundo actual, guiándolos en su preparación para la vida y ejerciendo un impacto transformador, tal como lo hizo Jesús en su tiempo. Esto, a su vez, permite el desarrollo del carácter y la formación de las virtudes. El docente cristiano siempre está atento a las necesidades de sus estudiantes y promueve la justicia social y los valores que nutren el bien común, partiendo por su propia experiencia de vida y la riqueza que le da la mirada de la sociedad en el proceso educativo.
Un docente cristiano ora, pone su conciencia ante Dios y forma comunidad. Valora y fomenta la reflexión espiritual, reconociendo que la espiritualidad es un medio eficaz para abrazar con alegría la misión encomendada. Descansa en Cristo, porque sabe que el Maestro ha dicho “Venga a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré” Mt. 11, 28.
Encomendemos a todos los docentes de nuestra institución, para que queden grabados en la memoria agradecida de los estudiantes y sus familias como aquellos que educaron desde el corazón y desde Cristo, dejando un legado duradero en las almas y mentes de quienes tuvieron el privilegio de aprender a su lado.
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