La educación técnico profesional transfiere competencias integradas. En sus perfiles de egreso se encuentran las habilidades que son muy necesarias como instrumentos articuladores del conocer y del hacer en el ámbito laboral. Por esto siempre es bueno recordar a aquellos que han aportado a la comprensión de lo que significa el aprendizaje de habilidades cognitivas. El profesor Benjamín Bloom es uno de ellos (1913-1999).
Bloom nació un 21 de febrero de 1913 en Lansford, Pensilvania. Estudió en la Universidad estatal de Pensilvania y se doctoró en educación en la Universidad de Chicago, en marzo de 1942. Ejerció como profesor por muchos años en la misma universidad en que se doctoró. Además, fue asesor educacional de países como Israel, la India, entre otros.
Como profesor destacó por su optimismo permanente. Buscó encontrar en la educación las posibilidades reales de mejorar el capital humano de los países. Creyó ciegamente que la educación era la única herramienta que podía lograr que las sociedades fueran mejores que ayer. En vez de llorar sobre “la leche derramada “, luchó por aportar sus conocimientos y habilidades para solucionar problemas del presente, para que las descendencias futuras se dedicaran y se hicieran cargo de otros dilemas. A cada una de las generaciones, a juicio de él, les correspondía dilucidar uno o varios problemas y, de este modo, estuvieran corriendo siempre hacia arriba las zonas de desarrollo potencial.
Uno de sus mayores talentos, a juicio de sus alumnos, fue su habilidad para detectar cuestiones significativas. Para él era clave organizar los objetivos educativos de acuerdo a su complejidad cognitiva. Creía firmemente que si se organizaban, jerarquizaban y clasificaban las habilidades de acuerdo a sus dificultades de acceso al cerebro, los profesores tendrían una herramienta confiable para poder evaluar mejor a sus alumnos. Trabajó muy duro en eso y publicó su libro “Taxonomía de los objetivos educativos “, en 1956. En esta materia, éste es uno de los principales libros escritos en el mundo. Hoy en todos los países se utiliza la taxonomía de habilidades creada por él.
Lo que él hizo fue clasificar en seis niveles de complejidad las distintas operaciones cognitivas. Es decir, un alumno para que pueda ser capaz de evaluar, que se constituye en una de las operaciones cognitivas más compleja, requería poseer de información necesaria, entenderla, ser capaz de usarla, de organizarla en partes, realizar síntesis o conclusiones y, finalmente podía ser capaz de comparar, discriminar los conceptos, hechos y situaciones ingresadas a su mente. Por tanto, lo que logró Bloom fue diseñar y presentar un modelo de jerarquización de los procesos cognitivos.
Lo descubierto por Bloom es absolutamente importante para el proceso de enseñanza y aprendizaje en todas las aulas del país. Si un profesor desea lograr en sus alumnos la habilidad de síntesis, por sí misma no lo podrá lograr si no ha trabajado antes las aptitudes de conocimiento, comprensión y aplicación en esos mismos alumnos. Como sabemos, se requiere secuencialidad en la enseñanza de habilidades y en esto Bloom fue enfático.
Muchos temas le interesaron a Bloom. Le asignó una gran importancia al poder del medio ambiente para influir en las personas (“Developing talent in young people”, publicado en 1985). En esa investigación probó que muchos famosos que alcanzaron en el mundo éxitos profesionales relevantes nunca fueron considerados niños prodigio, sino que sus logros se debieron a la atención y al apoyo que esas personas recibieron en sus hogares y en sus entornos educativos. Para él las victorias de los líderes, en cada una de las disciplinas, fueron el fruto de la orientación que recibieron y del esfuerzo que ellos desplegaron amando lo que los mantenía apasionadamente en vida.
Benjamín Bloom es una buena compañía para todos los educadores del mundo. Sus aportes con las actualizaciones pertinentes, todavía continúa plenamente vigente. Estimamos justo recordar y difundir a uno de los educadores más significativos del mundo occidental.
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