15 de Junio, 2015

Reflexiones respecto de la naturaleza de la Educación Técnica Profesional.

Equipo Editorial Observatorio

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7 minutos de lectura

Desde mediados del siglo XIX se ha buscado definir en qué consiste la educación superior técnica profesional para distinguirla de la propiamente universitaria. Curiosamente no ha sido un tema de alto interés en las instituciones de la ESTP y sí de intelectuales universitarios que, desde la distancia y de su alejamiento de la propia realidad de la ESTP, han buscado e intentado definirla.

Desde la decisión del Estado de Chile de aumentar la cobertura educativa para los ciudadanos, deseo que ya lo encontráramos de manifiesto con una intención precisa en la constitución de 1833, observamos que su preocupación fue la educación primaria, secundaria y la universitaria. Sin embargo, la educación técnica profesional no fue un tipo de estudios que ameritara dedicación y definición. Hasta ese momento, ésta tenía apenas un desarrollo fetal.

Tenemos a Ignacio Domeyko, Diego Barros Arana y más tarde un Abdón Cifuentes, entre otros, que claramente muestran interés en delinear una educación que fuera utilitarista, práctica, concreta y que apuntara a educar a la clase media y a los pobres y que acompañara al embrionario crecimiento industrial de Chile. Ellos eran de la opinión de diseñar un nivel que enseñara oficios prácticos a los ciudadanos y que no necesariamente fueran estudios academicistas y teóricos. Que estudiaran para aportar al crecimiento material y económico del país. Se trataba de formar a los mandos medios y el de enseñarles un oficio para vivir de buena manera a los estudiantes vulnerables.

Durante el siglo XX, si bien existen intentos por generar espacios universitarios para la formación técnica (Universidad Técnica Federico Santa María en 1929 y Universidad Técnica del Estado en 1947) habríamos de esperar hasta fines del siglo señalado para que aparecieran, en torno a la ley de 1981, una serie de Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica que vendrían a darle fuerza y espacio al desarrollo específico del área. La ley N° 20.370 del 2009, que recoge y actualiza leyes de 1981 en adelante, en sus artículos 21 y 52, dictamina y reconoce que al interior de la educación superior estará la educación técnica profesional. Estos CFT e IP solo podrán ser creados por ley; los CFT solo podrán otorgar títulos técnicos de nivel superior y los Institutos profesionales además de títulos como los CFT, podrán otorgar títulos profesionales que no requieran previamente de licenciaturas. Por último, a diferencia de las universidades, pueden lucrar. Todo esto se puede decir respecto de la naturaleza jurídica del nivel ESTP.

¿Pero qué la hace distinta a la educación universitaria? Podemos decir que si es efectivamente diferente desde una perspectiva curricular, docente, estudiantes que la demandan, aranceles, carreras que dicta, nivel de desarrollo, durabilidad de sus estudios, e importancia de su actividad vespertina.

Desde una perspectiva curricular, éstos se originan con un levantamiento de competencias que está estrechamente ligado al mundo de las empresas y miembros de éstas participan directamente en la elaboración de los perfiles de egresos de las distintas carreras. No se enseña lo que no tiene relación con actividades concretas laborables. Se busca curricularmente una formación que apunta a crear técnicos y profesionales exitosos en la práctica de las competencias aprendidas.

Si miramos a los docentes, se valora y mucho el ejercicio laboral de éstos en la industria. Se les pide enseñar y que logren aprendizajes de competencias que ellos practican todos los días en distintos espacios laborales. Por lo tanto, no es exigible a ellos que posean una trayectoria exitosa con distintos grados académicos. Solo en los cursos relacionados con la formación general (Lenguaje, Matemática, Ética, Inglés, entre otros) y en el caso del conocimiento y dominio del modelo pedagógico podría ser valorable un perfeccionamiento en grados académicos. En cambio, en el aprendizaje de competencias duras o específicas, aparentemente solo bastaría un desarrollo profesional y técnico concreto y exitoso.

Con respecto a sus estudiantes, éstos en un 90% provienen de colegios subvencionados y municipales. Su rendimiento académico en la enseñanza básica y media no fue de los mejores y, en consecuencia, acceden a la educación superior con debilidades relevantes en el logro de las competencias básicas para continuar aprendiendo. Para los IP y CFT le son relevantes todos los esfuerzos de nivelación que deben hacer para apoyar en los cursos de primer año a todas las cohortes de estudiantes. Además, ellos llegan con el deseo de aprender una carrera que les permita ingresar con rapidez al mundo laboral. No poseen tiempo para teorizar ya que sus demandas de satisfacción económica inmediata son muy importantes. Quizás a esto se deba el crecimiento explosivo de sus respectivos Vespertinos, que reúnen a estudiantes adultos que desean desarrollarse laboralmente, crecer económicamente, y que estudian por las noches carreras para consolidarse en sus trabajos actuales o para buscar otros de mejores perspectivas futuras.

Las carreras que se dictan obedecen a demandas muy concretas que vienen desde las distintas industrias. Se descubre una necesidad y se infiere que las empresas requieren ciertos perfiles de egresos nuevos y los IP o CFT diseñan un currículum de estudios que sistematiza la formación para un nuevo profesional o técnico. En esta materia, este nivel de estudios avanza a una velocidad muy superior al de las universidades. Posee una vinculación con el mundo de las empresas mucho mayor, quizás porque la mayoría de sus docentes trabajan en una gran variedad de empresas y, muchas veces, son ellos los que detectan e informan a IP y CFT.

Dado que sus carreras son de corta duración, entre dos y cuatro años, los aranceles son también menos costosos para sus estudiantes que los estudios propiamente universitarios. Es verdad que la gran mayoría de sus carreras ofrecen estudios con una renta inferior a las carreras universitarias, pero algunas de ellas poseen interesantes perspectivas económicas para sus estudiantes, incluso superiores a varias universitarias. En relación a las posibilidades de obtención de empleo futuro, no muestra dificultades, quizás porque las carreras se diseñan auscultando directamente las necesidades actuales y futuras de las empresas.

Ahora bien, respecto a su desarrollo educativo e institucional, los IP y CFT poseen un estado de avance inferior al de las universidades. Todavía se encuentran en formación y con el deseo sincero de lograr la madurez en este tipo de estudios. Más de cien años de diferencia histórica poseen con al menos dos de las principales instituciones universitarias del país. Este dato no es menor. Y deben hacerlo con un enorme problema u oportunidad actual: el desafío de la masificación de la matrícula que claramente retarda todo proceso de logro de la madurez institucional. Sin embargo, pese a su crecimiento explosivo, es deseable que se avance en tipificarla, establecer sus márgenes, sus respectivos contenidos, para así demostrar que es un tipo de estudios que es plenamente aportativo y esencial para el crecimiento económico y el desarrollo cívico, político y equitativo de Chile.

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