La Educación Técnico Profesional no posee una historia de larga duración en Chile como tampoco en América Latina. Es en el siglo XIX que encontramos los primeros intentos por levantar una propuesta en este sentido en el continente. Desde sus inicios se pensó como una plataforma de estudios para aquellos que no deseaban o no ingresaban a las Carreras universitarias, sumado a que los países necesitaban institutos técnicos que dieran empleabilidad futura al grueso de la población, como también el formar empleados capacitados que acompañaran el desarrollo y crecimiento económico de los países.
Sus inicios lo constituye la entrega de formación para diferentes oficios muy concretos y de fácil demanda desde la sociedad. Varios de ellos promovían la independencia laboral; es decir, que una vez terminado sus estudios, el egresado pudiera instalar un pequeño taller para practicar lo aprendido y ofrecer sus servicios técnicos a quienes lo demandaran.
Con el tiempo comienza a surgir una formación más especializada, más técnica, que claramente era demandada por diversas empresas o industrias. Este egresado tuvo la posibilidad real de emplearse en la industria, desarrollando sus competencias en las tareas requeridas con un mayor perfil técnico, y con labores de alguna dificultad, pero mecánicas en sus procesos y protocolos de actividad laboral.
Esta formación con el correr de los años, se fue complejizando cada día más. Ya no solo se formarían técnicos, sino también profesionales. La ley educación superior de 1981 en Chile, abrió esta posibilidad y los institutos técnicos de educación superior, acogieron esta oportunidad y prontamente ofrecieron un abanico de posibilidades formativas para formar profesionales, es decir, un escalón educativo más complejo y de mayor durabilidad que las Carreras técnicas.
Esta evolución de la Educación Técnico Profesional ha estado marcada por el atrevimiento de su oferta académica. Sus Carreras, muchas de ellas, son creativas y sin historia recorrida. Se descubre una necesidad y las instituciones trabajan rápidamente en cómo darle una figura curricular hasta diseñar un perfil de egreso acorde con la demanda laboral existente. También es significativa su confianza intrépida en el éxito futuro de su propuesta académica. Con tales rasgos, podemos decir que una de las diferencias significativas entre la propuesta universitaria y el técnico profesional, es que esta última es más dinámica, creativa en sus formatos y valiente en sus innovaciones respecto a las Carreras que ofrecen las universidades, que son más respetuosas de la tradición y menos dinámicas en sus ofertas. Por último, así como es rápida su apertura de Carreras, también lo es el cierre de estas, cuando se llega a la conclusión que su empleabilidad futura puede estar en riesgo.
Dado las características evolutivas de la formación técnico profesional, es probable que esta esté mejor preparada, con su personalidad y carácter histórico, para los significativos cambios futuros que nos traerá la evolución científica y tecnológica. La educación Técnico Profesional está acostumbrada a las reacciones rápidas y se acomoda bien a las necesidades concretas del mercado laboral. No se enreda en disquisiciones académicas y ofrece rápidamente propuestas curriculares afines a lo que las empresas están demandando. Sin embargo, dado los cambios que se avecinan y con la velocidad que se anuncian, parece ser necesario estudiar prontamente los avances científicos y tecnológicos que serán de enorme impacto a todo lo que rodea e influye en el hombre y la sociedad. No solo bastará saber hacer formatos curriculares, también se necesitarán conocimientos muy complejos para darle contenido a las nuevas Carreras que deberán crearse, como también el favorecer metodologías innovadoras y formas evaluativas progresivas.
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