30 de Diciembre, 2019

2019: Un año para aprender

Andrés Ramírez Mahaluf

Andrés Ramírez Mahaluf

Director de la sede Plaza Oeste de Duoc UC

6 minutos de lectura

Si hubiese que poner un adjetivo al año 2019 para la sede Plaza Oeste sería sin duda el año de los cambios y desafíos. No porque el edificio haya tenido grandes transformaciones internas, ni por cambios físicos que podrían generarse en el exterior, como por ejemplo la construcción de un cine a nuestra espalda que próximamente será inaugurado. Por el contrario los mayores desafíos, fueron los cambios en las personas, que evidencian la fragilidad de lo humano y la dependencia de nuestra interconexión social a los miembros que componen la comunidad.

Este año, especialmente a partir del mes de Abril, el equipo Plaza Oeste tuvo que adaptarse a nuevas personas que se integraron a la Sede durante el año 2019. El desafío anterior tiene varias aristas diferentes que no se pueden dejar al azar. En primer lugar manejar el duelo de los que se quedan, por los que se van. Por otra parte, despejar la incertidumbre de los que se quedan, por la llegada de los nuevos que se integran. A su vez incorporar a los nuevos que llegan a los “rituales” de los que estaban. Sumado a lo anterior, como si no fuera suficiente, enseñar a aprender, desaprender y reaprender para los que llegan con experiencia de otros lugares, tanto de Duoc UC como de otras industrias.

Así fue como iniciamos el año académico, con desafíos que pusieron a prueba la capacidad de mirarse, entenderse y aceptarse, para formar un nuevo equipo al servicio de los estudiantes. Al respecto se trabajó durante los meses de Mayo a Septiembre para consolidar los nuevos liderazgos de la Sede. Lo anterior es en realidad un trabajo que no finaliza nunca, por el contrario es similar a la siembra y cosecha del campo, un proceso que para obtener frutos requiere de atención y cuidado permanente.

En eso estaba la sede Plaza Oeste cuando fue sorprendida el 18 de Octubre de 2019 por el terremoto social más grande de los últimos 30 años. Un movimiento telúrico en el espacio de las convicciones y paradigmas, con réplicas que aún sacuden nuestro país, y que está poniendo a prueba la capacidad más profunda de resiliencia de todos quienes lo habitamos.

En ese contexto, es cuando se deben recordar las palabras dejadas por uno de los más grandes genios de la humanidad.

“No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.

La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.” Albert Einstein

En ese contexto, y poniendo al servicio de la comunidad el mejor esfuerzo que cada uno puede poner a disposición de los demás, el equipo Plaza Oeste reorientó su foco hacia la contención de sus estudiantes, profesores y administrativos. La Sede se dio cuenta que se necesitaban el uno al otro, por lo que era urgente priorizar la conversación sincera y franca de lo que estaba ocurriendo. Había un sinnúmero de particularidades y situaciones que cada uno vivía, por lo que todos fueron necesarios para contenerse.

Fue en ese entonces cuando empieza a aparecer “el día de la noche oscura”. El equipo Plaza Oeste empezó a vislumbrar cuál era la pieza perdida del puzle, en una institución que con seguridad puede afirmar que nunca ha perdido a sus estudiantes como el centro de su quehacer.

Al respecto fue evidente que los estudiantes necesitaban mucho más que un correo, una solicitud o una buena gráfica. Muchas veces no necesitan la respuesta concreta o un comunicado con información académica. Mucho más que eso, necesitan una comunidad que los acoja, personas comunes y corrientes que los escuchen y los contengan. Necesitan seres humanos que los formen y les enseñen otras formas de ver la vida. Necesitan referentes con nombre y apellido que los acompañen y les den una respuesta confiable a muchas de las interrogantes que como país hoy nos confunden. Necesitan un espacio de cuidado y de confianza donde puedan expresarse, contar lo que sienten, lo que viven y lo que les “violenta”. En el fondo nos necesitan más de lo que parece a primera vista, mucho más que un servicio o una experiencia, necesitan volver al origen de la humanidad, necesitan ser parte de una comunidad de seres humanos conectados desde el ser.

El diagnóstico realizado por el equipo Plaza Oeste, señala que estudiantes y colaboradores (profesores incluidos), buscan una conexión o lazo entre personas que ha tendido a desaparecer, a juicio personal, como consecuencia del abuso de las redes sociales. La necesidad de verse a los ojos, escucharse y encontrarse, no es otra cosa que un llamado de auxilio desde nuestra humanidad para volver a los orígenes de la raza humana, donde la colaboración y vida en comunidad fue lo que permitió el éxito de las especie. Sin esa capacidad de “convivir” no se habría podido alcanzar el progreso que hoy nos acompaña.

Finalmente todo vivido hace unos días, ha servido como piedra angular para los planes de trabajo del próximo año. Actualmente la Sede se encuentra en proceso de levantamiento de necesidades y priorización de objetivos, donde todo apunta a una Sede más humana, más cercana y formadora, donde los alumnos se sientan seguros y en una segunda casa. En ocasiones el desafío pareciera enorme, sin embargo es en ese momento cuando debemos tener claridad en nuestras convicciones y el verdadero sentido de nuestro trabajo. Formar personas.

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