El lograr enseñar matemática y potenciar los aprendizajes de mis estudiantes, claramente se ha convertido en un gran desafío que ha estimulado todo mi ser como docente.
Cuando se nos planteó esta idea de la “virtualidad”, así entre comillas, (porque traía una carga de incertidumbre, de suspicacia o de pequeña locura), la primera pregunta que me embargo fue: ¿Podré traspasar mis conocimientos y estrategias en una clase remota?, porque es eso lo que hago, ese es mi rol con la matemática, hacerla viva, dinámica, lúdica, sensible, que se va acumulando en lo que nos apasiona.
La respuesta fue asomando sola desde el recuerdo de una experiencia que me tocó vivenciar en la sede San Joaquín, con un alumno con necesidades educativas especiales, que necesitó que reconvirtiera mis modelos y estructuras mentales primero, para luego llegar a apasionarme en un mundo virtual, potenciando las clases con videos y encuentros en vivo, para trabajar guías y desarrollar ejercicios. En ese periodo, logré trabajar con mi alumno, que revisaba una y otra vez los videos con su madre en casa y que me permitió darme cuenta de que cuando uno educa, sin quererlo a veces, hace partícipe a otros con los que no tiene contacto directo. Él fue un alumno ejemplar en mi asignatura de álgebra.
Cuando llegó la pandemia sabía que la opción del mundo virtual y el apoyo de la plataforma serían las alternativas ideales para sacar el semestre adelante. Al comienzo lidié con mi propia inseguridad, pero tenía la base puesta en la motivación, la entrega y el querer demostrar a mis estudiantes que es una gran alternativa de aprendizaje. Aún recuerdo la primera clase virtual, fue un fracaso, ya que todos los alumnos se dedicaron a cuestionar la modalidad: “que esto no resultaría”, “que no existe evidencia donde el docente pudiese asegurar el aprendizaje”, “que no se generaría cercanía con ellos y que no sería capaz de enseñarle a cada uno respetando sus propios ritmos y necesidades”. Fue así como me propuse, como desafío, ir anotando todas críticas de los alumnos de primer año para poder entenderlas, analizarlas y romper prejuicios, en la medida de lo posible. Fue una ardua labor, ya que además no lograba reconocer a los alumnos, a las personas, detrás de nombres de personajes, súper héroes, futbolistas, entre otros.
Al pasar los días mi objetivo era preparar mi clase de tal forma que pudiese llevar el mismo modelo de mi clase presencial al modelo virtual, esa sería mi clave, para luego, el foco colocarlo en la motivación. Convencerlos en cada clase que SÍ SE PUEDE, que existen estrategias y metodologías cotidianas que demuestran que cada uno de ellos ¡sabe matemática!
Llegamos a la tercera semana y ya no existían personajes, ni apodos en el curso, todos entraban con sus nombres y apellidos, ya no decían palabras indebidas, levantaban la mano virtualmente para hablar en clases, contestaban los ejercicios cuando se los pedía, comentaban que iban entendiendo los ejercicios, me decían profe, ¡ahora entiendo! La verdad que mi felicidad era máxima.
Pertenecer al equipo UAP sede Puente Alto me ha enseñado que debo desafiar en clases a mis alumnos, integrar estrategias y también a motivarlos desde lo positivo. Esto me ha dado grandes resultados en la participación y buenos rendimientos y siempre los estoy invitando a que se suban a lograr un verdadero aprendizaje que les permita no solo memorizar, si no vivir el sentido de la matemática.
Siempre he dicho que soy un docente “inventado” por Duoc UC ya que soy Ingeniero Civil Industrial y a mis estudiantes les transmito que tal vez no seré el docente que ellos esperan, pero sí seré el mejor DT virtual que se podrían topar y haré mi mejor esfuerzo para que se lleven lo mejor de mí y logren amar lo que están estudiando.
Llegada la semana 12, en varios cursos pregunté: Ahora qué ha pasado el tiempo ¿tienen la misma visión de las clases virtuales que tenían en un comienzo? y la respuesta siempre la supe: “profe sí se entiende la materia”, “me dejé llevar por los memes”, “nunca pensé que se podía aprender de esta forma”, “profe ¡qué bueno poder estudiar desde casa con tantos contagios!”, etc. Esto reconforta cualquier alma cansada, cualquier esfuerzo desplegado, esto es el motor para lo que está hecho un docente.
Finalmente soy un convencido que sí lo podemos lograr. Cada docente tiene la intención de dar lo mejor en estos momentos difíciles, donde es necesario conversar con los estudiantes, entregarles motivación, contención y seguridad. Al igual que en el fútbol, que es mi otra gran pasión, debemos sortear momentos difíciles y entregar un valor agregado.
No sé cuántos están de acuerdo que esta modalidad sí es potente. Sé además que no estamos acostumbrado al cambio, menos de esta manera tan rápida, pero si un alumno de Duoc UC pudo adaptarse al cambio, entonces nosotros como docentes de Duoc UC ¿podemos ser pilares de esta enorme estructura educativa que se está forjando? Claramente tenemos un camino muy largo por recorrer, porque no siempre la sucesión es recta, a veces la vida tiene más de Fibonacci que de libro de Baldor.
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