El 2020, un año que a todas luces partía muy normal, ya que el fin de año había mitigado algo los efectos del estallido social, y con la experiencia de adaptar nuestro modelo tradicional debido a las presiones de un entorno en constante cambio, parecía que nuestra curva de experiencia estaba preparada para un nuevo inicio con alguna que otra dificultad.
Iniciábamos marzo con algo de incertidumbre, pero con la convicción de que podíamos enfrentar de mejor forma potenciales contingencias. Por otro lado, comenzaba a resonar desde otros países la propagación de un virus que todos veíamos muy lejano, que nadie imaginó que llegaría tan pronto y menos lo que provocaría. En un abrir y cerrar de ojos no enfrentábamos a la implementación de un modelo educativo, para el que nadie estaba preparado.
Sabía de bastantes colegas de la Sede, que desempeñaban labores en otras instituciones bajo la modalidad full online, incluso fui parte de una por más de dos años, pero lo que tocaba enfrenar no era precisamente migrar a esa estructura, sino que, crear una especie de hibrido – si se quiere – que en tiempo récord diera respuesta a las exigencias del entorno y lograra mantener nuestra continuidad operativa, e idealmente el estándar de servicio. Pienso que así es como llegamos al concepto de clases remotas.
Como docente de la Escuela de Administración y Negocio imparto varias asignaturas relacionadas con la teoría administrativa, planificación y también finanzas. Recuerdo siempre reforzar en mis estudiantes la importancia de observar el entorno externo, ya que, de las amenazas de este, solo podemos protegernos mediante la adaptación – y vaya que nos ha tocado adaptarnos en este último tiempo – y estoy seguro de que todo este primer semestre estuve reflexionando sobre lo anterior, y lo importante que resultaba el hoy para asegurar el éxito de nuestras clases y en consecuencia las experiencias de aprendizaje de nuestros alumnos.
Siento que el primer semestre nos ha enseñado mucho, obligándonos a utilizar o bien desarrollar todo el potencial, vocación y pasión por la educación. Nos puso entre la espada y la pared, en un entorno ya debilitado por la crisis de octubre de año pasado y ahora tocaba enfrentar una pandemia mundial, un escenario adverso sin duda, difícil y por cierto muy cambiante que hoy miro con alegría por el tremendo desafío que significó conectar nuevamente con nuestros alumnos, reencantarlos, contenerlos, guiarlos, escucharlos, entenderlos y por sobre todo entregar lo mejor de nuestra labor.
Esta situación puso a prueba todo lo que supone ser docente, lo que debe representar un profesor en esta labor de formar “personas”. Se nos presentaba la oportunidad de dar el ejemplo, de liderar e inspirar a través de este, de volver a crear, de innovar, de hacerlo hoy mejor que ayer y comprometernos para superar las expectativas y fortalecer nuestro compromiso con la sociedad.
Es posible que el 2020 sea considerado uno de nuestros años más difíciles y no solo en la industria de la educación. Pero también sé que este periodo ha sacado lo mejor de nosotros. Nos permitió conocer de que estábamos hechos, poner a prueba la real capacidad de impactar positivamente la vida de un estudiante, porque para estos tiempos, para estas contingencias y desafíos es que educamos a nuestros alumnos y lo mínimo que podíamos demostrar era estar a la altura.
Miro el término del primer semestre como un entrenamiento, de esos intensos que casi nos desmayan, pero estoy seguro de que nos fortaleció, nos curtió de tal manera que podemos con confianza, convicción y asertividad, enfrentar exitosamente este nuevo periodo, este segundo tiempo.
Finalmente, estas épocas turbulentas han creado grandes liderazgos, han sacado lo mejor de cada uno. Son estos tiempos los que marcan y trascienden en nuestras vidas y nos recuerdan que las situaciones difíciles no son eternas, que todo pasa, que estos malos momentos vinieron a enseñarnos algo y no a quedarse.
Si tuviera que dar un mensaje luego de todo lo que nos ha tocado vivir en este último tiempo, de cara a cómo enfrentar este desafío que recién inicia, podría compartir lo que me resultó en el primer semestre y eso fue ponerme al servicio de mis estudiantes, situarlos en el centro de mi quehacer, en la cúspide de la pirámide. Ellos son nuestra misión, su formación y el éxito de esta, es el fin mayor por el cual estamos aquí, como sus guías o sus maestros. Seamos dignos de su confianza, de su respeto, de su admiración, confiemos en ellos, en nuestro equipo, innovemos cada día, que hoy seamos mejor que ayer, que la suma de nuestros esfuerzos constantes construyan el éxito de nuestra cruzada. Ellos esperan mucho de nosotros, más de los que imaginamos, respondamos a ello y seamos parte de su crecimiento, logremos trascender en sus vidas.
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