Sin duda no han sido tiempos fáciles y hemos tenido, como docentes, que adaptarnos a una realidad que no estábamos acostumbrados. Nuestras salas, laboratorios, talleres y los espacios de cada sede eran nuestra zona de confort donde nos desempeñábamos de manera grata, compartiendo con colegas y estudiantes, lo que enriquecía el aprendizaje en comunidad, pero la pandemia, que parecía momentánea, nos ha obligado a darle una mirada distinta.
Con el apoyo institucional, debimos cambiar o ajustar nuestra forma de abordar este proceso de enseñanza-aprendizaje, ya no de pie en una sala, sino desde lo remoto de nuestros hogares u oficinas, visualizando esto no como una amenaza, si no como una oportunidad única de aprendizaje de nuestro rol de docentes. Es así como la transformación digital que antes veíamos de lejos, empezamos a hacerla propia en el día a día.
Las conexiones sincrónicas; los accesos remotos; las herramientas de apoyo, de simulación, de interacción y participación se han sumado a nuestro quehacer. La tecnología planteaba un desafío para muchos, sobre todo cómo hacer que estas herramientas puedan integrarse a favor e impactando el aprendizaje de los estudiantes, la plataforma base AVA, ya la teníamos disponible, “la conocíamos” y debíamos sacarle el mejor provecho, pero debíamos sumar aplicaciones y redes que nos acercaran a nuestros estudiantes, es así como Live, Youtube o Instagram, workshops o webinar, reuniones por teams o discord, se volvieron prácticas cotidianas y provechosas.
Buscamos en las tecnologías un aliado para el desarrollo de nuestra función, repensando la vinculación con nuestros estudiantes y privilegiando la interacción con elementos fundamentales para alcanzar los objetivos de aprendizaje, reforzar aprendizajes con Kahoot o Menti, utilizar pizarras colaborativas como Whiteboard o Jamboard, son otras alternativas desde lo remoto.
Pero lo anterior nos planea otro desafío: no automatizar nuestras acciones, sino darle sentido a todo lo que incorporamos a nuestras clases. Debemos y necesitamos innovar en prácticas pedagógicas haciéndonos cargo de estas transformaciones y aprender de ellas, con empatía, contención y escucha activa, como una oportunidad de acercarnos más a los estudiantes.
Como síntesis de todo este proceso de transformación, el primer cambio de este nuevo modelo es el que realiza el docente, repensando como debemos enfocarnos en fomentar el aprendizaje y el bienestar de quienes son el centro de nuestra labor, nuestros estudiantes, con un fuerte énfasis en la interacción y vinculación con distintos organismos y entes de la comunidad mientras contribuimos a la sociedad ejerciendo hermosa vocación de docente.
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