Me pidieron en esta columna contar lo que ha sido mi experiencia como docente participando en un proyecto de Investigación Aplicada. Y decidí contarlo como una historia, ya que ha sido una maravillosa aventura para para mí… Y para ser justos, debo empezar contando que el proyecto que hoy lidero, no lo presenté ni me lo adjudiqué yo: lo heredé. El proyecto fue presentado y le fue adjudicado a mi colega Claudia Jiménez en 2017, y durante todo su primer período (2017-2018) lo miré desde afuera con mucha admiración.
Mi interés por la sustentabilidad y el diseño sustentable estaba en proceso de crecimiento, y me atraía muchísimo lo que pasaba en ese laboratorio de la sede San Carlos de Apoquindo, donde docentes y estudiantes de Diseño trabajaban con residuos recolectados en la misma Sede, los molían, los mezclaban, les aplicaban diseño y los transformaban en nuevos producto. Me empecé a meter de vez en cuando y a enamorarme de ese ambiente de exploración y creación que ahí se vivía. En 2019 la docente a cargo dejó Duoc UC para irse de Directora de Carrera a Temuco en otra institución y el laboratorio se cerró. Fue ahí donde me propuse darle continuidad y encontré el apoyo de la Sede, de la Escuela de Diseño y del área de Investigación Aplicada. En paralelo había yo comenzado mi Diplomado en Ecodiseño en la Universidad de Chile, lo que me daría mejores herramientas en este nuevo desafío.
Recomenzamos en mayo de 2019, con 4 alumnos ayudantes, un titulado, un laboratorio ya montado con algunos equipos, mucho entusiasmo y un mar de dudas. Pero nos tiramos al agua y comenzamos nuestro proceso de exploración y experimentación material, focalizándonos esta vez en un solo residuo: El papel desechado en la sede. En esta etapa trabajamos de la mano con algunas asignaturas de Diseño Industrial, haciendo a los alumnos participar de nuestro proceso, conocer nuestro espacio y experimentar con nosotros. Debo decir que me asombró el entusiasmo y la novedad que significaba para ellos meter “las manos en la masa” y obtener resultados (algunos fallidos y otros exitosos) de sus procesos de experimentación. Y ahí comencé a entender en lo valioso que teníamos entre manos: la experiencia del ensayo y error como camino hacia la innovación, pero también la experimentación como valor en sí misma, como experiencia formativa relevante para el pensamiento, para la creatividad, para salir de lo obvio y por lo tanto para formar profesionales más preparados para el mundo laboral futuro.
En octubre nos pilló el estallido social, la dificultad de los alumnos de ir a la Sede, y los procesos de experimentación se estancaron. Sin embargo, logramos terminar de caracterizar un material: el PAPEL CIRCULAR. Un material rígido, resistente, moldeable, trabajable como planchas, perforable, lijable, pintable, muy económico de producir, completamente biodegradable y reciclable y que se fabrica con procesos muy simples. Una atractiva alternativa material para prototipos, para cosas desechables o de 1 solo uso, para juguetes o utensilios de no muy larga vida útil, o que requieran ser fabricados sin procesos complejos.
El 2020, que empezábamos con muchos planes y proyectos, nos obligó a detenernos y repensarnos. En ese camino mis estudiantes se enfocaron en lo suyo y yo en este barco sin saber mucho hacia donde virar. ¿Cómo seguir un proyecto de experimentación material basado en el trabajo en laboratorio en pandemia? Ahí fue donde el equipo de Investigación Aplicada se transformó en mi propio equipo y mi guía. Con reuniones quincenales y sumando a un alumno en práctica que fue un tremendo apoyo en la investigación y gestión, fuimos armando un plan de trabajo en modalidad a distancia, basado el diseño de una solución al problema de residuos industriales de diversos rubros en Chile, con el fin de conectar a quienes generan residuos, con quienes utilizan (o podrían utilizar) esos residuos como materia prima, con emprendimientos, con centros de innovación, etc. Surge así Valornet, plataforma digital que busca generar economía circular vinculando a diversos actores. Este proyecto se encuentra actualmente con un prototipo funcional desarrollado y en proceso de validación con empresas.
En paralelo, con el apoyo de la Sede y la Escuela de Diseño, armamos un plan de transferencia de conocimientos a los estudiantes y la comunidad en temas de Diseño Sustentable, nuevos materiales y experimentación material, a través de una serie de charlas online que dicté durante el segundo semestre 2020.
Fue a partir de una de estas charlas que me contactaron de la Universidad Católica de El Salvador, para conversar sobre la experimentación material y lo que hacemos en Valoriza. Tras un par de reuniones participé en una clase de la Maestría en Desarrollo de Productos, en una entrevista radial y hoy estoy invitada a ser docente de un curso de esa misma Maestría durante el segundo semestre (a distancia).
Hoy Valoriza y su “hijo” VALORNET están más vivos que nunca y contamos con el apoyo de la Sede, la Escuela y el Área de Investigación Aplicada. Retomamos la experimentación material con alumnos a distancia, cada uno desde sus casas, entendiendo que sin las herramientas idóneas y utilizando utensilios de cocina, tal vez no logren resultados sorprendentes (o tal vez sí), pero poniendo foco en la experiencia formativa de ese proceso guiado, en el aprendizaje desde el error, la importancia del registro del proceso y aprender a analizar sus resultados desde diversas miradas (lo sensorial, lo técnico, y no solo lo funcional). Estamos en conjunto preparando un workshop masivo de experimentación material para llegar así a más estudiantes, y multiplicar el alcance de esas experiencias formadoras.
En paralelo, el equipo creció, y hoy cuento con horas de otros tres docentes que me aportan sus miradas, su experiencia y en conjunto vamos trabajando en cumplir nuestros desafíos. Nuestras reuniones se tratan de soñar juntos en el laboratorio de experimentación que queremos, con nuevos equipos y procesos; con proyectos sustentables para pequeñas y medianas empresas a los que podamos impactar con nuestros procesos (haciendo desarrollos con sus residuos por ejemplo); con cientos de alumnos impactados con estos proyectos y experiencias formativas de calidad, que les entreguen herramientas diferenciadoras y que los hagan destacar en el mundo laboral; con docentes de diversas áreas aportando a esos proyectos y procesos desde sus experiencias y con horas asignadas para eso. Y luego nos dedicamos a trabajar para hacer realidad cada una de esas líneas de trabajo, y en eso estamos: Buscando proyectos, buscando recursos, generando redes hacia afuera y armando los planes.
Hoy el laboratorio Valoriza sigue cerrado, esperando, pero mientras nuestro equipo está más activo que nunca, aprovechando el tiempo y preparándonos para cuando podamos volver a “meter las manos en la masa”.
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