Desde que las personas abandonaron el nomadismo y asumieron el sedentarismo, con su efecto inmediato de levantar residencias comunitarias, aldeas, luego pueblos y más tarde ciudades, comenzaron a preguntarse de qué manera se podían organizar para poder conciliar de una manera perfecta el ejercicio del poder y la libertad. En la etapa más primitiva se optó por concentrar el poder en una familia o una persona, creando figuras políticas autocráticas o monárquicas. En definitiva, triunfó el poder por sobre la libertad.
Más tarde y con el indudable aporte de los griegos, con sus Polis Estado, con la preeminencia de Esparta y Atenas, empieza a desarrollarse una reflexión intensa de cómo se puede vivir en una ciudad que apunte a lograr la felicidad de sus habitantes y de sus ciudadanos. Descubren que existen distintas formas políticas y que de estas, la democracia, entendida etimológicamente como el “gobierno del pueblo”, surgía como una propuesta que si bien tenía defectos, al compararla con otras, como la autocracia, la monarquía, las oligarquías, era la mejor de todas en cuanto era la expresión más acabada de la representación popular. Por tanto, la democracia política ya posee, conceptualmente, al menos 2.500 de antigüedad.
Este concepto, la democracia, tuvo que esperar cientos de años para poder instaurarse como la oferta política casi incuestionable para los días presente. Muchos intelectuales en el transcurso de la historia han aportado para su consolidación y para fijar sus características y deslindes. Asimismo, hechos como la revolución francesa y la revolución independentista norteamericana, le dieron impulso sustantivo para imponerse esta forma de gobierno en el mundo occidental.
Nuestro país asume esta forma de gobierno luego de independizarse de España. En estos 210 años de vida independiente ha construido su modelo en las distintas Constituciones Políticas que se han dictado. De todos los textos constitucionales, los cientistas políticos y expertos en derecho, coinciden que las dictadas en 1833, 1925 y 1980 han sido las más importantes por su vigencia en años y por sus efectos en el modelo de país que ayudaron a levantar y consolidar.
Hoy el país ha resuelto iniciar un nuevo Proceso Constituyente y para ello ha aprobado la creación de una nueva Convención Constituyente, cuyos miembros serán electos el 15 y 16 de mayo. Los elegidos redactarán un nuevo texto constitucional en el máximo posible de 12 meses. Por primera vez en la redacción de un texto de esta envergadura regirá un principio de paridad entre hombres y mujeres que la integran, cupos reservados a Pueblos Originarios y un 5% de cupos reservados a candidatos(as) que posean alguna discapacidad. Serán 155 los elegidos.
La nueva Convención Constitucional tendrá amplia libertad para abordar todos los tópicos que considere necesarios. Sin embargo, de acuerdo con lo que informa Servel: “el nuevo texto no podrá modificar que Chile sea una República democrática, tampoco podrá modificar las sentencias judiciales firmes y ejecutoriadas, ni alterar o cambiar los tratados internacionales vigentes y ratificados por nuestro país”.
Paralelamente, en el mismo acto electoral los chilenos(as) podrán elegir Gobernadores, Alcaldes y Concejales.
No cabe duda de que estamos en presencia de un acto cívico de enorme relevancia para el país. Este resolverá qué autoridades regionales y locales desea y que Constituyentes lo representan para resolver y consagrar los principios, los derechos y deberes de representantes y representados que deberá contener el nuevo texto constitucional.
Lo esencial es participar en este instante político y constitucional. Desde la perspectiva de una democracia, este es el momento crucial en que cada ciudadano(a) es igual a cualquier otro, y en la urna manifiesta su opinión de cómo se imagina el Chile del futuro y de quienes cree son los más capacitados para ejercer como sus legítimas autoridades. Terminado el proceso, solo nos queda desearles éxito a los elegidos y respetar las decisiones que tomen en representación de todos (as).
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