Ha concluido un momento cívico de enorme importancia para Chile. Para este contexto y lo que se iniciará en el país a contar de hoy, el 25 de marzo de 2021, el Comité Permanente de la Conferencia episcopal, presentó a los católicos y a todas las personas, un documento que tituló: Principios y valores de la enseñanza social de la Iglesia. El documento es una síntesis de “las principales enseñanzas del magisterio de la Iglesia en materia social con la finalidad de ofrecer elementos de discernimiento, tanto a quienes buscan representar al pueblo chileno en la elaboración de una nueva constitución, como a los ciudadanos que los elegirán y a todas las personas de buena voluntad. La Iglesia ofrece en su enseñanza social el tesoro de sabiduría y de humanidad que ha recibido de Jesucristo, y lo ofrece a creyentes y no creyentes con la convicción de que estas enseñanzas iluminan las problemáticas sociales con la luz de Dios. En efecto, existen ciertos principios comunes e inmutables que unen a todas las culturas, que son independientes de los consensos y que la Iglesia busca enseñar con su Magisterio”[1].
El texto recoge enseñanzas desde la Rerum Novarum, otros textos del siglo XX, el Compendio Social de la Iglesia de 2004 y Fratelli Tutti creada por Francisco. En este aparecen los principios y valores que ayudan a discernir lo que es correcto y moralmente deseable. También “enumera cuatro principios permanentes en los que se apoya la enseñanza social católica: la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad y la subsidiaridad. A estos cuatro grandes principios se agregan otros contenidos en el mismo cuerpo doctrinal: el destino universal de los bienes, la opción preferencial por los pobres, la participación y el diálogo”.
A continuación, presentamos extractos textuales del documento:
¿Cuáles son los principios?
1.Dignidad de la persona humana: “Toda la doctrina social se desarrolla a partir del principio que afirma la inviolable dignidad de la persona humana”. Afirma que una sociedad justa solo se puede basar en el respeto a este principio. Las condiciones mínimas son: “el alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad también en materia religiosa”.
2.El bien común: Es el “conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y fácil de la propia perfección”. “No consiste, por tanto, en la simple suma de bienes particulares. Siendo de todos y de cada uno, es y permanece común, porque es indivisible y porque solo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo”.
3.Solidaridad: “La solidaridad es una virtud y, a la vez, un principio rector del orden social. Como virtud, es mucho más que un mero sentimiento y consiste en “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”. La solidaridad tiene una dimensión estructural y una dimensión personal. Es estructural en cuanto principio social ordenador de las instituciones; en esta dimensión la solidaridad reclama la transformación de estructuras injustas y la búsqueda de mecanismos (legislativos, económicos, políticos). Es personal en cuanto virtud social, la cual, más que un buen sentimiento, exige la determinación por el bien común.
4.Subsidiaridad: La subsidiaridad es una directriz constante de la enseñanza social de la Iglesia, según la cual: “como no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos”.
5.Destino universal de los bienes: “El Concilio Vaticano II define así la doctrina del destino universal de los bienes: “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. […] Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás”.
6.Opción preferencial por los pobres: Fundada en el Evangelio de Jesús -Dios hecho pobre-, esta opción preferencial es proclamada por la Iglesia para todos los cristianos y ofrecida a todos los hombres y mujeres, como criterio necesario para la construcción del bien común. Esta opción, en efecto, “se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes”.
7.Participación: La lógica de la participación debe permear toda la vida social a distintos niveles: la participación política en la democracia, pero también niveles de participación internacional y niveles institucionales o de cuerpos intermedios en la vida social. Además, esta participación no puede reducirse a la decisión inicial sobre un proyecto, sino que implica también acciones de seguimiento o monitorización constante. La principal herramienta para propiciar la participación social es la educación y una responsabilidad importante recae sobre los medios de comunicación.
8. Diálogo: “La enseñanza social católica invita al diálogo y ofrece elementos para este diálogo entre los creyentes y la sociedad civil y política, así como entre los creyentes entre sí. La Iglesia reconoce la necesaria colaboración de creyentes y no creyentes en la edificación de este mundo, cosa que “no puede hacerse sin un prudente y sincero diálogo”.
¿Valores de la vida social?
Junto a los principios, la Iglesia considera esenciales valores como la verdad, la libertad, la justicia y el amor”. A estos cuatro, se suman como valores “el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables”. Además, “tienen una especial incidencia social la comunidad política, los derechos humanos, el medio ambiente, la paz, el trabajo, la comunidad internacional, la vida económica, la propiedad privada”.
1. La vida: El primero de los derechos humanos es el derecho a la vida: “a cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona”.
2. La familia: la Iglesia considera la familia como la primera sociedad natural, titular de derechos propios y originarios, y la sitúa en el centro de la vida social: relegar la familia a un papel subalterno y secundario, excluyéndola del lugar que le compete en la sociedad, significa causar un grave daño al auténtico crecimiento de todo el cuerpo social. Todo modelo social que busque el bien del hombre no puede prescindir de la centralidad y de la responsabilidad social de la familia.
3. La comunidad política: La comunidad política encuentra en la referencia al pueblo su auténtica dimensión: ella es, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo. El pueblo no es una multitud amorfa, una masa inerte para manipular e instrumentalizar, sino un conjunto de personas, cada una de las cuales tiene la posibilidad de formar su opinión acerca de la cosa pública y la libertad de expresar su sensibilidad política y hacerla valer de manera conveniente al bien común”. En efecto, “el sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad como titular de la soberanía”.
4. Los derechos humanos: Los derechos humanos se fundamentan en la igual dignidad de todo ser humano, dada por Dios creador. Por consiguiente, “la fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador”. “El movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del hombre es uno de los esfuerzos más relevantes para responder eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana”. “El respeto de estos derechos es condición previa para el mismo desarrollo social y económico de un país”. Dentro de ellos, como ya se ha señalado, tienen una clara importancia la vida, los derechos de la familia -incluyendo el derecho y deber de los padres de educar a sus hijos-, la libertad de las conciencias, el derecho a profesar una fe, a organizarse en comunidad y la libertad religiosa.
5. El medio ambiente: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (Francisco, Laudato Sí, 13).
6. La paz: La paz es la meta de la convivencia social. “Nadie puede desentenderse de una tarea de importancia tan decisiva para la humanidad. Es algo que implica a cada hombre y mujer, según sus propias competencias y responsabilidades”. La construcción de la paz no puede reducirse a cuestiones técnicas (diplomacia, intercambio económico y tecnológico), sino que exige el empeño de todo grupo humano desde sus particulares identidades, así como el compromiso de cada hombre y cada mujer.
7. El trabajo:
El trabajo tiene una dimensión objetiva relativa a lo que el ser humano realiza con sus tareas y tiene también una dimensión subjetiva que habla de la persona que se empeña en un quehacer. Esta segunda dimensión subjetiva otorga la dignidad al trabajo, que no puede medirse solamente por los resultados cuantitativos sino primeramente por el quehacer humano que está involucrado. De ahí que el trabajo no deba nunca ser reducido a simple mercancía. Tiene también una dimensión social de trabajar con los otros y para los otros.
8.La comunidad internacional: La centralidad de la persona humana y la natural tendencia de las personas y de los pueblos a estrechar relaciones entre sí, son los elementos fundamentales para construir una verdadera comunidad internacional, cuya organización debe orientarse al efectivo bien común universal.
9.La vida económica: “La actividad económica debe estar al servicio del ser humano y de la sociedad, no al revés. Por eso la economía no está al margen de la ética y por eso también no se puede separar la gestión económica de la acción política.
Ver Texto del Comité Permanente de la Conferencia episcopal:
https://www.iglesia.cl/4610-principios-y-valores-de-la-ensenanza-social-de-la-iglesia.htm
Lunes 17 de mayo de 2021
EQUIPO EDITORIAL OBSERVATORIO
[1] Rescatado de: https://www.iglesia.cl/4610-principios-y-valores-de-la-ensenanza-social-de-la-iglesia.htm
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