A fines de los sesenta del siglo pasado, momento en que surgen Inacap y DUOC, se esperaba de estos que acompañaran al Ministerio de Educación en la tarea de recuperación de estudios de enseñanza media; que se convirtieran en un espacio educativo para una inmensa mayoría que no accedía a las pocas universidades y cupos existentes; que ofertaran oficios como un aprendizaje que aumentaría la empleabilidad de los más vulnerables y la clase media; como también que acompañaran capacitando y actualizando a numerosos empleados y técnicos que necesitaba la industria nacional para continuar evolucionando y creciendo. Todo esto no era en ese momento de interés de las universidades, que eran pocas y sus focos eran lo que se estimaba “alta educación”, formar a los líderes del conocimiento y de los distintos espacios económicos, políticos y culturales del país.
En la década de los 80, se pide a la Educación Técnico Profesional que se modernice porque ahora será considerada como integrante de la educación superior del país. Para esto debía iniciar cambios en sus programas y que sus currículos estuvieran a la altura de este ascenso y reconocimiento. Su oferta académica ahora debía ser validada por el Estado y toda creación de una nueva carrera debía tener estándares básicos para que pudieran ser autorizadas como oferta para los estudiantes. Se trataba de probar que se era merecedor en el futuro de lograr la autonomía institucional. Por tanto, en la década de los ochenta, las instituciones TP antiguas y las emergentes se modernizaron y potenciaron su gobernanza interna y su capacidad académica para organizarse, así como también aumentaron sus relaciones con la industria para saber que necesitaban y cuáles eran sus demandas formativas. Era una década con otros focos.
En la década de los noventa comenzaron los TP a obtener su autonomía institucional. Conseguido este éxito y reconocimiento, tuvieron libertad para diseñar su propia oferta formativa y su propio modelo de gobernanza y el establecimiento de los elementos de su particular naturaleza. Pasaron a ser centros de estudios cuyo foco estaba en la docencia y no en la extensión ni menos en la investigación. Se formaron instituciones TP, que se sumaron a las anteriores, que intentaron reproducir los ambientes laborales en sus recintos con talleres y laboratorios; se enfatizó la estrategia tradicional del aprender haciendo; se fortaleció la valoración de que el docente debía provenir desde las empresas; que su saber era concreto y no especulativo y, por último, que debían aumentar su posicionamiento público para lograr obtener una mayor demanda por sus estudios impartidos.
En la primera década del presente siglo, sus focos estuvieron en elaborar currículum basados en competencias y no en objetivos como era lo habitual en las universidades; que se debían potenciar escuelas que acogieran carreras con disciplinas de similar tronco conceptual; que se debía avanzar en una formación básica o general común a todas las carreras, llamadas competencias transversales; que era necesario elaborar planes de desarrollo quinquenales; que dado que ahora el Estado tendría un órgano acreditador para la educación superior, los TP debían organizarse para cumplir con los estándares mínimos exigidos por la ley. Sin duda, los organismos acreditadores han influido mucho en el establecimiento de los focos de ocupación que en estos últimos 15 años han marcado el derrotero de la Educación Técnico Profesional.
La pregunta es ¿y ahora cuáles serán los focos de la Educación Técnico Profesional? Esta pregunta y sus distintas respuestas están en todas las instituciones TP nacionales como también desde el Estado, cada uno desde su misión y opciones estratégicas, en un país en que existe libertad de enseñanza.
Pareciera que existe consenso en que los focos actuales y futuros que se trabajen provocarán cambios sustantivos en la naturaleza histórica de este tipo de educación. Inicialmente ya intuimos que no serán solo docentes sino también con una creciente extensión a la comunidad y de vinculaciones con el medio bidireccionales y con una investigación aplicada ahora estimulada institucionalmente. Además, una incentivada digitalización de todos sus procesos sean estos administrativos o académicos; que se potenciará la educación semi presencial (Blended); que existirá un estudio intenso y permanente de cómo la ciencia y la tecnología impactará el contenido de sus currículum de estudio; con una valoración especial por formar estudiantes con sensibilidad para proteger el medio ambiente y para aprender a vivir en democracia con sus derechos y también con sus deberes; con estudiantes permanentes a lo largo de la vida, que continuamente ingresan y salen; una educación para una diversidad de culturas y un estudiante que no solo residirá en Chile sino donde exista una conexión a internet y un computador, es decir, viviendo en cualquier continente.
Como observamos, son enormes desafíos y probablemente existan más. Estamos en un momento histórico en que ya se ha iniciado en las instituciones una reconfiguración completa de su naturaleza y objetivos estratégicos. Sin duda, un momento estimulante y de creatividad más que de creciente temor para las instituciones TP.
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