Millones de cristianos en el mundo este fin de semana recordaron y celebraron el nacimiento de Jesucristo. El 25 de diciembre, fecha consensuada como su nacimiento, ha servido a la humanidad para conmemorar este hito histórico y de importancia decisiva, crucial, para miles de millones de personas en toda la historia[1].
Dios se hizo hombre y desde su nacimiento comenzaron sus actos que nos indican que vino al mundo a reorientarlo, a determinar lo especialmente importante y a fortalecer una jerarquía de valores ya anunciados en el Antiguo Testamento. A modo de ejemplo, Benedicto XVI, en su libro “La infancia de Jesús”, texto de gran profundidad y rigurosidad histórica, nos relata los primeros años del Dios vivo. Al referirse al momento del parto, nos expresa: “Para el Salvador del mundo, para aquel en vista del cual todo fue creado (cf. Col 1,16), no hay sitio. «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20). El Dios vivo nace en un simple pesebre, un establo, un sitio alejado del poder y del boato, dando su primera señal de la cosmovisión de mundo que venía a instaurar y a promover.
Benedicto XVI nos recuerda que “En la Carta a los Romanos, Pablo llama a Jesús «el primogénito de muchos hermanos» (8,29). Como Resucitado, Él es ahora de modo nuevo «primogénito» y, a la vez, el principio de una multitud de hermanos. En el nuevo nacimiento de la resurrección, Jesús ya no es solamente el primero por dignidad, sino el que inaugura una nueva humanidad. Una vez que la puerta férrea de la muerte ha sido abatida, ahora son muchos los que pueden pasar por ella junto a él: todos aquellos que en el bautismo han muerto y resucitado con Él”[2]. Esto es el centro de la esperanza más profunda de todo cristiano.
En su texto sobre la infancia de Jesús, Benedicto XVI se pregunta: “¿Quiénes son los hombres que Dios ama? ¿Hay también algunos a los que tal vez no ama? ¿Acaso no ama a todos como criaturas suyas? …Pues bien, en el Nuevo Testamento encontramos una ayuda para comprender este problema. En la narración del bautismo de Jesús, Lucas nos dice que, mientras Jesús estaba orando, se abrieron los cielos y desde allí vino una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Lc 3,22). El hombre en que se complace es Jesús. Lo es porque vive totalmente orientado al Padre, vive con la mirada fija en Él y en comunión de voluntad con Él. Las personas de la complacencia son por tanto aquellas que tienen la actitud del Hijo, personas configuradas con Cristo…” Es verdad que no podríamos amar si antes no hubiésemos sido amados por Dios. La gracia de Dios siempre nos precede, nos abraza y nos sustenta. Pero sigue siendo también verdad que el hombre está llamado a participar en este amor, y que no es un simple instrumento de la omnipotencia de Dios, sin voluntad propia; puede amar en comunión con el amor de Dios, o también rechazar este amor”[3]. Esto último es la decisión diaria, libre, de toda persona en el transcurso de su vida.
Al nacer Jesucristo nos vino a dar una paz que el mundo no puede dar (cf. Jn 14,27). Vino a liberarnos y salvarnos. Llegó a darnos un sentido de existencia y un futuro esperanzador. Con Él se termina la muerte y nace la vida eterna. Por esto y más razones, la alegría es inmensa para los cristianos y para todas las personas de buena voluntad.
Que en todas sus sedes la semana pasada Duoc UC haya celebrado la navidad con una misa especial, es en razón de su misión institucional, del sentimiento religioso compartido de muchos miembros de su comunidad, en una institución nacida para educar en materias técnico profesional, pero también para invitar a conocer al Dios de la eterna verdad, la justicia y el de una caridad infinita, es decir, a Jesucristo.
Lunes 26 de diciembre de 2022
EQUIPO EDITORIAL OBSERVATORIO
[1] Se eligió el 25 de diciembre como fecha, desde el emperador romano Constantino el Grande, para recordar el nacimiento de Jesús, y de este modo lograr que los cristianos se alejaran de las celebraciones paganas del solsticio de invierno. Asimismo, entre los arqueólogos sitúan el nacimiento de Jesucristo entre el 7 y el 4 A.C.
[2]https://santateresa-leganes.diocesisgetafe.es/wp-content/uploads/2012/12/La-infancia-de-Jesus-Benedicto-XVI1.pdf P45.
[3] Ibid. P48.
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