“Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lucas 1, 41-42)!
Hace muchos años una religiosa muy querida en mi vida, en medio de una meditación grupal con la Palabra, me exhortó a compartir siempre con los demás lo que Dios había hablado a mi corazón, porque “Dios es siempre novedad” y Él puede hablar también a través de la experiencia de fe de otros. Partiendo desde ahí, al concebir un concepto de mujer, no puedo sino mirar a María, quien encarna la “verdadera novedad de Dios”, su hijo Jesús[1].
A lo largo de la historia, la figura de la mujer ha sido representada en un papel secundario; sin embargo, desde un punto de vista cristiano, sin el “Sí” de una mujer, el plan salvífico de Dios en nuestra vida no hubiese sido realizado y esa figura sin duda toma un papel protagónico.
Si miramos nuestra vida, nuestra propia historia, existe la presencia de alguna mujer a la que le debamos agradecer su cariño, entrega y enseñanza. Mirarlas a ellas, nos facilita comprender la ternura de María, sus virtudes, sus cualidades, la genialidad femenina. A veces se puede pensar que María, la Madre de Jesús, es un modelo desactualizado para la mujer de hoy; muy por el contrario, María es creativa, soñadora, decidida, fuerte, pero sobre todo una mujer que custodia la verdad y ama profundamente lo que Dios sueña para cada uno de sus hijos.
Sin ir más lejos, si nos fijamos en el Evangelio, podemos darnos cuenta que Jesús usó muchas veces la referencia de mujeres para enseñar a sus discípulos. No cabe la menor duda que todas esas cualidades especiales las observó contemplando a su madre, en lo sencillo de sus quehaceres y en lo cotidiano, no por nada a los pies de la cruz nos la entregó como nuestra madre.
“El cristiano no tiene derecho a ser huérfano, tiene madre, no es solo quien da la vida, sino que quien educa en la fe” dice el Papa Francisco. Es por ello que la Pastoral de Duoc UC reconoce y promueve, sin duda, las virtudes y cualidades de María como primera discípula de Jesús, que nos anima en la tarea evangelizadora de anunciar a su Hijo y en ella que reconocemos el don de la mujer en la vida en nuestras estudiantes, colaboradoras y religiosas, pues son un tesoro para nuestro quehacer y la misión institucional de formar personas integrales.
En Duoc UC tenemos la oportunidad de poner al servicio toda la riqueza virtuosa de María, aportando desde ahí un gran valor humano en todas las áreas y estamentos de nuestra Institución, permitiéndonos vivir y desarrollar en todos los ámbitos de nuestra vida la acogida, la capacidad de escucha, a potenciar nuestra intuición, sensibilidad, nuestra mirada conciliadora, a vivir la prudencia y el servicio que revitaliza la fe, la esperanza y caridad tan necesaria en nuestra sociedad.
Muchas veces estos dones se ejecutan con total discreción y silencio, lo que propicia a no valorizar la delicadeza con el que se realiza. Es por ello que hoy a la luz de María, tenemos una gran oportunidad de visibilizar todo el valor que subyace en las tareas realizadas por las mujeres de nuestra institución, pues como primera discípula y mujer nos invita a conocernos desde el diálogo e intimidad con el Señor y a comprender que, así como ella, Dios tiene un plan de amor para cada una de nosotras.
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