La conmemoración anual del nacimiento de Jesucristo, celebrada por millones de cristianos en todo el mundo el 25 de diciembre, va más allá de una festividad religiosa. Este evento, considerado un hito histórico y de importancia decisiva, ha marcado la vida de miles de millones de personas a lo largo de la historia. Dios se hizo hombre en la figura de Jesús, y desde su nacimiento, comenzaron a desplegarse actos que apuntaron a la reorientación del mundo, a la determinación de lo verdaderamente importante y al fortalecimiento de una jerarquía de valores ya anunciados en el Antiguo Testamento.
En el libro “La infancia de Jesús” del Papa Benedicto XVI, se presenta una perspectiva única sobre los primeros años del Dios vivo. El relato del parto resalta la humildad en la que nació el Salvador del mundo, en un simple pesebre, alejado del poder y el boato. Este hecho, según Benedicto XVI, simboliza la cosmovisión que Jesús vino a instaurar: Una visión que no se conforma con las convenciones mundanas, sino que busca la simplicidad y la humildad como valores fundamentales.
La referencia a Jesús como “el primogénito de muchos hermanos” que, en la Carta a los Romanos, Pablo de Tarso nos subraya la transformación que ocurre con la resurrección. Jesús, ahora como el principio de una nueva humanidad, nos invita a aquellos que han muerto y resucitado con Él a pasar por la puerta de la muerte. Esto se vincula directamente con la esperanza profunda de los cristianos: La posibilidad de una nueva vida en comunión con Dios.
La interrogante y la respuesta planteada por Benedicto XVI sobre a quiénes ama Dios es crucial para entender el papel de Jesús en el plan divino. La narración del bautismo de Jesús, donde se escucha la voz del cielo proclamando su complacencia en Él como su Hijo amado, señala que el agrado divino recae en aquellos que viven orientados al Padre, en comunión de voluntad con Él. Este amor divino, sin embargo, no es unilateral, ya que requiere la participación activa del ser humano. La libertad de elegir amar o rechazar este amor es una decisión diaria que define la trayectoria espiritual de cada uno de los individuos en su vida personal.
El nacimiento de Jesucristo, según la tradición cristiana, trae consigo una paz que el mundo no puede ofrecer; es decir, una liberación y salvación para la humanidad. La idea de que con Él se termina la muerte y nace la vida eterna resuena en las creencias cristianas, ofreciendo un sentido de existencia y un futuro esperanzador. Es en esta comprensión que la alegría de la Navidad se vuelve inmensa para los creyentes y para todas las personas de buena voluntad. La vida de toda la humanidad, entonces, adquiere sentido, y la muerte solo es un momento en que, sin conciencia del ser, esperamos ser despertados por el único capaz de darnos vida.
El hecho de que Duoc UC celebre la Navidad con una misa especial, resalta la conexión entre la misión institucional y el sentimiento religioso compartido por muchos miembros de su comunidad. Aunque la institución tiene como objetivo principal la Educación Técnico Profesional, también busca invitar a sus miembros a conocer al Dios de la eterna verdad, la justicia y la caridad infinita, es decir, a Jesucristo. Esta dualidad en la misión de Duoc UC refleja la idea de que la educación integral va más allá de la adquisición de habilidades técnicas ya que también abraza la formación espiritual y moral.
Cuando Duoc UC afirma que tiene como propósito formar persona para una sociedad mejor, se alegra mucho cuando los miembros de su comunidad, en un acto de profunda libertad de conciencia, deciden vivir y ejercer su profesión con los valores enseñados por Jesucristo.
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