Explicar los fundamentos de la inteligencia artificial puede ser tan desafiante como traducir un lenguaje completamente nuevo para quienes no están familiarizados con su lógica. La IA representa el avance más importante desde la creación de los sistemas operativos y las herramientas de ofimática en los años 70. En ese entonces, la gran revolución consistía en administrar datos de manera más eficiente. Hoy, gracias al desarrollo de las redes neuronales y los algoritmos matemáticos, los programas pueden simular procesos de pensamiento.
Este salto tecnológico nos plantea una pregunta urgente: ¿cuál será nuestro rol en medio de este nuevo escenario? La inteligencia artificial ya no se limita al análisis de datos. Hoy existen robots humanoides capaces de realizar tareas que antes creíamos reservadas exclusivamente para los seres humanos. Y si nosotros, los docentes, aún no tenemos del todo claro cuál será nuestro papel, ¿qué podemos esperar de nuestros estudiantes?
Quienes crecimos en los años 80 hemos sido testigos de varias revoluciones tecnológicas. La primera fue la globalización. Mientras en la universidad nuestros profesores hablaban de algo que “venía”, nosotros ya lo vivíamos día a día. Luego llegó Internet, que transformó la comunicación y derribó barreras. Las empresas de telecomunicaciones tuvieron que reinventarse, y muchas no lo lograron. Vimos nacer el BlackBerry (que permitió trabajar desde el teléfono), la PalmPilot (una tableta personal con aplicaciones básicas) y, finalmente, el iPhone, que ya va en su versión número 16. Todo esto evidencia que el ritmo del desarrollo tecnológico no solo ha aumentado: se ha vuelto exponencial.
Entonces, ¿cuál es nuestro desafío como docentes? ¿Abrazamos esta nueva tecnología o le damos la espalda? Hoy basta con pedirle un trabajo a un estudiante y muchos lo harán con ayuda de herramientas como ChatGPT. ¿Los castigamos por usarla o les enseñamos a hacerlo bien, con ética y sentido crítico?
Si logramos que nuestros estudiantes aprendan a sacarle verdadero provecho a estas herramientas, les estaremos entregando una ventaja para su futuro. Podemos —y debemos— guiarlos para que usen la IA como medio para alcanzar aprendizajes significativos, como planteaba David Ausubel.
En mi caso, me dedico a la Administración y Gestión de Proyectos. Llevo toda una vida en ello, y hoy puedo decir que esta nueva herramienta me ha dado un impulso similar al que experimenté cuando aprendí a usar Excel. Pero ahora el reto no está en las respuestas, sino en saber hacer las preguntas correctas.
Nuestro rol es formar personas capaces de pensar críticamente, de analizar, de crear. Personas que comprendan qué hace valiosa una respuesta y cómo generar hipótesis que les permitan construir soluciones creativas y con valor. Ya no basta con tener a un funcionario con décadas de experiencia capaz de detectar errores en un informe con solo leerlo. Hoy, un asistente de IA bien entrenado puede hacer eso mismo. Lo verdaderamente relevante es alimentar esos sistemas con datos correctos. Y ahí es donde entra la capacidad humana: en diseñar los inputs adecuados, en hacer las preguntas que marquen la diferencia.
Si la experiencia se vuelve un commodity, lo único que nos queda es evolucionar. Abrazar esta nueva tecnología, entenderla e integrarla. No podemos seguir hablando de la IA como algo que “viene”. No: ya llegó, está aquí, y se quedará.
Comprender esto nos permitirá tomar decisiones con visión de futuro. Hoy tenemos OpenAI, luego apareció DeepSeek, mañana bien podríamos tener ChileAI o DuocAI: inteligencias artificiales personalizadas para cada empresa o incluso cada hogar.
Esta columna ha sido redactada con la asistencia de una herramienta de inteligencia artificial, lo cual declaro con plena transparencia. Puede ser sometida a cualquier sistema de detección de contenido generado por IA, y el resultado indicará una autoría plenamente humana. Lejos de ocultar el uso de estas tecnologías, el objetivo es aprender a integrarlas con criterio y propósito.
Eduardo Luengo
Hola Jorge, me parecen muy acertados tus comentarios y el enfoque que has dado a este tema de la IA. Los que estamos desde hace mucho tiempo atrás como se ha desarrollado la tecnología y las comunicaciones no dejamos de maravillarnos con la evolución y la potencia que representa la IA. Está claro que todos, y especialmente en la docencia tenemos que repensar como potenciamos nuestros conocimientos y los aplicamos a nuestra actividad haciendo un uso adecuado y ético de esta herramienta. Dices muy bien que con esta herramienta tan extraordinaria el reto no esta en tener las respuestas sino en hacer las preguntas correctas, pero las respuestas que nos de la maquina necesariamente tendrán que pasar por el cedazo de nuestro conocimiento y experiencia, para no hacer el loco retransmitiendo lo que no entendemos. Felicitaciones por tu opinión sobre este tema.!!! ( A pesar de que utilizo asiduamente la IA para diversos temas, debo transparentar que en este comentario solo usé inteligencia a la "antigua"),
Jorge Nuñez
Gracias, Eduardo. Tus palabras me hacen mucho sentido, sobre todo viniendo de alguien que ha vivido de cerca toda esta evolución tecnológica. Coincido contigo: el desafío hoy no es obtener respuestas, sino tener la claridad para hacer buenas preguntas, y sobre todo, el criterio para interpretar lo que esas respuestas significan. La IA puede ser una gran aliada, pero sigue siendo nuestra experiencia la que da contexto y sentido. Me alegra saber que esta mirada genera conversación y reflexión, que es justamente lo que necesitamos como docentes en este escenario de cambios rápidos. Y lo mejor: que tu comentario haya sido con inteligencia a la "antigua" le da aún más valor. Un gran abrazo y gracias por darte el tiempo de leer y comentar.