10 de Marzo, 2025

Del pizarrón a la pantalla: El nuevo rol del profesor ante la era digital

Equipo Editorial Observatorio

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Al enfrentar la tarea de educar el profesor siempre ha sido una figura central, encargado de guiar, modelar y certificar el aprendizaje de sus estudiantes. Sin embargo, este rol, tradicionalmente anclado en paradigmas analógicos, está experimentando un profundo cambio ante la irrupción avasalladora del mundo digital. Hoy el docente transita entre dos épocas que requieren competencias y habilidades sustancialmente diferentes: Una etapa analógica que estuvo definida por la transmisión directa y presencial de conocimientos, y una etapa actual y futura, determinada por tecnologías digitales que reclaman otras competencias y mentalidades distintas en aspectos sustanciales.

En la fase analógica, el profesor se desenvolvía principalmente desde el paradigma del saber centralizado que estaba orientado por libros físicos, pizarras y métodos presenciales de enseñanza, privilegiando el conocimiento memorístico (mecánico, comprensivo o ambos) y la replicación del saber. Su autoridad y legitimidad descansaban en la capacidad de retener y transmitir un conocimiento consolidado y relativamente estable. Su dominio pedagógico se medía en términos de claridad expositiva, manejo disciplinario y en la transmisión eficaz de los contenidos específicos, generalmente lineales y unidireccionales. Ejemplos claros los encontramos en las prácticas docentes del siglo pasado, donde el aprendizaje era validado a través de pruebas escritas tradicionales, informes manuscritos y exámenes orales.

El salto hacia una fase digital implica no solo la incorporación tecnológica como recurso pedagógico, sino una transformación profunda en la concepción misma del cómo enseñar y de las maneras de lograr aprendizajes. El profesor digital no puede ser únicamente transmisor de contenidos, sino que debe actuar como un mediador, facilitador y generador de experiencias que estimulen la construcción colectiva del conocimiento. Aquí el profesor debe adquirir competencias nuevas tales como el dominio de plataformas digitales, diseño instruccional de cursos en línea, desarrollo de evaluaciones adaptativas y, especialmente, un profundo entendimiento ético y pedagógico del uso de datos y algoritmos educativos.

En esta nueva etapa, las competencias esenciales del profesor digital se centran en la capacidad de mediar, motivar y gestionar el aprendizaje autodirigido del estudiante, fomentando la curiosidad, el análisis crítico, la creatividad y el autoaprendizaje constante. No basta ahora con manejar plataformas tecnológicas, ya que el desafío central radica en desarrollar en los estudiantes habilidades para seleccionar, filtrar, analizar críticamente y construir conocimiento útil a partir de la sobreabundancia informativa existente. Así el profesor pasa de ser una fuente de conocimiento estático a un facilitador dinámico de experiencias de aprendizaje personalizadas y flexibles.

Con la irrupción acelerada de la inteligencia artificial (IA), estos desafíos pedagógicos se multiplican exponencialmente. Herramientas como Chat GPT, Perplexity AI, Gemini, Claude, Grok y variados asistentes virtuales de aprendizaje, entornos de simulación y analítica predictiva, plantean retos inmediatos: El profesor debe replantearse continuamente su rol ante tecnologías que pueden, en algunos aspectos, superarlo en velocidad, precisión y disponibilidad para gestionar procesos educativos específicos. La inteligencia artificial obliga al educador a revisar sus estrategias pedagógicas constantemente, priorizando competencias como el pensamiento crítico, creatividad, colaboración y flexibilidad en un mundo laboral crecientemente automatizado y con un avance acelerado de la IA.

Enfrentar estas transformaciones no es tarea sencilla. El profesor contemporáneo debe convivir simultáneamente con incertidumbres tecnológicas y desafíos éticos inéditos. La comprensión tecnológica implica que este no solo domine herramientas digitales avanzadas, sino que también sepa seleccionar y aplicar estas tecnologías de manera eficiente y adecuada para mejorar el proceso educativo. La dimensión ética y de responsabilidad destaca la obligación del profesor de utilizar estas tecnologías con transparencia, justicia y cuidado, especialmente en lo referido a la privacidad de datos, la neutralidad de los algoritmos, y la inclusión equitativa en el acceso al conocimiento digital.  

La urgencia más inmediata es que el docente logre equilibrar eficazmente lo humano y lo tecnológico. Las nuevas generaciones crecen en un mundo donde las barreras entre lo digital y lo analógico son cada vez más difusas. El profesor debe prepararlos no solo para manejarse adecuadamente en esta realidad híbrida, sino también para destacarse y liderar en ella. Este desafío es aún mayor en la Educación Técnico Profesional, ya que se requiere una formación que combine hábilmente la teoría, la práctica y la constante actualización tecnológica.

La comparación entre el profesor analógico y el digital nos permite observar que el verdadero desafío no es meramente técnico o tecnológico, sino fundamentalmente pedagógico y ético. Se trata de un cambio cultural profundo en la manera de entender el aprendizaje y la enseñanza. Hoy, más que nunca, la autorregulación profesional y la formación continua de los profesores es una necesidad crítica, indispensable para enfrentar este cambio con éxito.

Estamos, pues, en un punto de inflexión, y corresponde a las instituciones educativas ofrecer las herramientas adecuadas, formar constantemente a sus profesores y generar una cultura de aprendizaje continuo que permita enfrentar los desafíos del presente y las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Asimismo, la auto regulación profesional es muy necesaria y generadora de empleabilidad para el que enseña y logra aprendizajes. Se trata de lograr que se puedan complementar exitosamente los profesionales con las nuevas tecnologías. Que la máquina dé lo suyo y el profesor dé humanidad, sentido y valores. Solo así se garantizará que la figura del profesor siga siendo relevante, valorada y fundamental en la educación del siglo XXI.

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