Después de dos años de intermitente encierro, de miedo, de incertidumbre, de aprendizaje constante, de adaptación vertiginosa al cambio, se han abierto las puertas para volver a encontrarnos. En un principio muy cautelosos, temerosos, después de una Pandemia que nos ha obligado a ocultar nuestra identidad detrás de mascarillas, a cambiar los abrazos por codazos o golpes de puños, a esterilizar nuestras manos toda vez que tocamos a otra persona, a mantener la distancia estricta los unos de los otros. A comunicarnos por medios digitales, celebrar cumpleaños por zoom o por WhatsApp, incluso navidades. A pedir permiso para salir de la casa dos veces por semana, con tiempo limitado, solo dos horas cada vez. A estudiar y a trabajar de forma remota, cuando no siempre las condiciones de conectividad eran las mejores. Cuando muchos estudiantes tuvieron que ver sus clases en un computador compartido con sus hermanos o con sus padres o incluso desde sus celulares. Pareciera el relato de una película de ciencia ficción, un cuadro surrealista, pero es en este contexto en que las personas dejaron de proyectar el futuro y el presente se volvió más importante que nunca, quizás porque es de lo único de lo que estamos seguros. Existe una diferencia fundamental entre vivir el aquí y ahora, vivir en presente y el no construir futuro desde el presente y esa diferencia radica en la capacidad de soñar.
La anulación de la capacidad de soñar nos volvió una sociedad más violenta, inmediatista, más agresiva, menos amorosa con el otro. Las condiciones antes descritas impidieron que los nuevos estudiantes aprendieran a socializar con sus pares. Aumentaron las brechas formativas de los jóvenes de enseñanza escolar. Se incrementaron las enfermedades psicológicas, la inestabilidad emocional, la capacidad de comunicación, la soledad.
Como comunidad académica que forma personas, nos hemos propuesto durante estos tres años el permanente desafío de romper el distanciamiento y volver a establecer una comunicación efectiva con nuestros estudiantes. La formación requiere comunicación, empatía y escucha activa.
Nuestros docentes han jugado un rol fundamental en este proceso. Durante la Pandemia y los periodos de encierro se reinventaron una y otra vez. Modificaron sus clases y las llevaron a un formato virtual, posteriormente volvieron a reinventarse y llevaron sus clases a un formato híbrido, quizás más complejo que el virtual. Hoy vuelven totalmente a la prespecialidad, pero en un escenario en el que todos, en alguna medida, hemos cambiado.
Este cambio requiere, no solo en el mundo de la educación, sino también en la sociedad completa, volver a escucharnos, atendernos, mirarnos, volver a confiar, sanarnos socialmente y personalmente, volver a conocernos, reconocernos. Es decir, volver a encontrarnos.
Afrontando este escenario con total responsabilidad, hemos trabajado en conjunto con todo el equipo humano que compone nuestra institución, docentes y administrativos, entendiendo el profundo significado que tiene el retorno a la presencialidad para nuestros estudiantes.
Hemos desarrollado acciones concretas, enfocándonos principalmente en ayudas sociales, planes de emergencia, apoyo psicológico y reforzamientos académicos, porque la brecha educacional que cargan las cohortes actuales no solo afecta a nuestros estudiantes, sino que es una contingencia transversal de las instituciones de educación superior. Conscientes de esta situación nos hacemos cargo poniendo el foco en la calidad al interior y fuera del aula, generando espacios de diálogo, encuentros, conversaciones y reflexión con el compromiso de que entre todos construyamos una sociedad mejor.
Como señala Howard Gardner: “Podemos ignorar las diferencias y suponer que todas nuestras mentes son iguales. O podemos aprovechar esas diferencias” y nosotros hemos asumido el reto de aprovechar las diferencias, por lo que hemos acompañado a nuestros docentes y les hemos entregado herramientas concretas para lograr una escucha activa y por sobre todo empática para con sus estudiantes, a través de charlas y conferencias con expertos en temas de bienestar emocional, salud mental y relaciones interpersonales post pandemia.
Finalmente, cuando nos volvemos a mirar a los ojos después de 2 años de estar alejados, tenemos la oportunidad de volver a conectar con el otro y con nosotros mismos en un escenario social, donde toda la comunidad educativa tiene un rol fundamental en la construcción de un futuro mejor, un futuro más amable, con acento en las personas y donde todos juntos despertemos nuevamente nuestra capacidad de soñar.
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