“Las empresas mueren porque sus directores se centran en la actividad económica de producir bienes y servicios, y se olvidan de que la razón de ser real de sus organizaciones es la comunidad de personas” (De Geus, 2002: 03).
La sobrevivencia de las organizaciones, en buena medida, dependerá de su capacidad de aprender, de su velocidad de aprendizaje y de su decisión de gestionar el conocimiento que ha sido capaz de generar. Perseguir el aprendizaje organizacional viene a significar, por tanto, construir una comunidad de trabajo donde las personas aprenden juntas de sus propias prácticas y de sus propias experiencias; espacio en que el aprendizaje de los otros importa de manera capital y donde el aprendizaje personal existe y se nutre del conocimiento colectivo.