Los desafíos de la comunidad Duoc UC, Viña del Mar

Los desafíos de la comunidad Duoc UC, Viña del Mar

En general se acepta que una comunidad además de sus múltiples propósitos de integración, crecimiento, reconocimiento y valoración personal y colectiva, también sirva como espacio para aportar “ideas y reflexiones” para proponerlas y ponerlas a disposición del bien de todos.

Debe tratarse de algo así como el resultado de un sueño colectivo común, compartido, deseado y finalmente hecho realidad. Como si se buscara un proyecto para engendrar una verdadera sociedad de personas para lograrlo.

Esos sueños, muchas veces son el ideal de ciertos principios, valores, dogmas e incluso una misión y una visión. Sueños que si son fidedignamente comunes, engendran una cultura compartida y una forma de humanidad que se refleja en cariño, compromiso, solidaridad y confianza; sin las cuales no hay comunidad posible.

Y sin hermandad profunda, no hay confianzas ni vínculos de calidad y no hay posibilidades de construir un capital social. La hermandad verdadera requiere también de una “emoción compartida” no basta solo con una idea, toda vez que las acciones humanas tienen lugar a partir de las emociones y no directamente de las ideas. Por cierto las ideas nos señalan dónde queremos ir, pero a menos que generen una “emoción” nadie se moverá un milímetro.

Nuestra comunidad DuocUC se ha caracterizado por construir una cultura organizacional integrada y compartida, en donde se ocupa un” lenguaje”, que la distingue y denota. Un lenguaje que significan verdaderos mapas de la realidad, que nos permiten vincularnos con los principales actores y protagonistas de la sociedad: nuestros jóvenes y nuestros estudiantes. Un lenguaje que nos conecta a un mundo y a una sociedad globalizada, tecnológica y transcultural cada vez más compleja de descifrar.

Una verdadera comunidad DuocUC, que procura brindar por medio de ese lenguaje el mejor espacio posible para que “las personas” puedan “formarse a sí mismos”, en donde el acto pedagógico nos permita construir el proceso educativo que deseamos y que declaramos como resultado de “hacer el bien” a nuestros estudiantes, en nuestra misión y nuestra visión; pero el “ formarse a sí mismos” tiene que ver también con muchas otras cosas, como es, el asumir el acto pedagógico no solo como una práctica restringida a los profesores y docentes dentro del aula; sino que convertirla en una acción humana que se internaliza,  difunde y multiplica a partir de los mismos colaboradores en la tarea diaria de “servir a los demás”.

Es por eso que la educación no es abstracta sino concreta, ésta ocurre siempre en un contexto al que reacciona y el que a su vez va recreando y también criticando. Y es por eso que nos importa "la formación”.  En cuanto la “información” nos procura acceso a datos, conocimientos y saber, la “formación” nos brindará la oportunidad de construir valores, principios, creencias y también de desarrollar conductas y actitudes.

La convergencia de lo afectivo y lo cognitivo, de las emociones y la razón van desarrollando una oportunidad de aprendizaje como experiencia de vida permanente y significativa. Por ello el fin último de la educación es la autodidaxia, es decir, buscar desarrollar en la personas aquella capacidad que les permita seguir educándose y formándose a sí mismas en forma indefinida.

Se trata de una idea de aprendizaje permanente que les permite por ese medio integrarse con éxito a la sociedad y entregarles herramientas para hacerlos evolucionar. Todo esto no es ajeno ni imposible, solo basta con proponérselo, confiar en las personas y trabajar abnegadamente.

 

Jaime Mortara

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