Se lee y escucha afirmar que el mundo del trabajo formal no se encuentra satisfecho con los resultados logrados en los futuros trabajadores, manifestado en competencias aprendidas, que nos proporciona la educación formal chilena. Esta crítica no solo proviene de los empresarios y jefaturas diversas, sino también de los propios egresados quienes muchas veces tienen que emplearse en oficios o profesiones distintas a las que estudiaron. Tenemos por un lado, en algunas disciplinas, un mercado más pequeño que la efectiva oferta de profesionales egresada y, por otro, los que efectivamente son contratados por su oficio o profesión, se les percibe con una escasa sintonía entre el centro de estudio y el mundo real de las empresas para la propia elaboración de los currículum de estudios y los perfiles de egresos correspondientes.