Hoy nuestro país, al igual que la mayor parte de las economías emergentes de occidente, depende mayoritariamente de la economía de los servicios, desplazando a la industria manufacturera. Sin embargo, nunca antes el diseño de productos tuvo tanta relevancia como hoy. Este efecto contempla por una parte la desmaterialización del valor, de la mano de los servicios, modelos de negocio, experiencia de consumo, y uso intensivo de tecnologías, con un alto aprecio por el diseño y funcionalidad del producto. Una mezcla que fuerza a los diseñadores a resolver los problemas del producto, integrando de modo inteligente un valor intangible al cual es imposible renunciar.