Se cree que el inicio de la reflexión sobre las competencias fue provocada por el deseo de predecir de mejor manera un buen desempeño en los puestos de trabajo de los trabajadores. Desde mediados del siglo pasado, en los EEUU investigaban cómo podían hacer más productivos a los empleados enfocándose en la inteligencia, la personalidad y los conocimientos que éstos poseían. Años más tarde, en 1973 David Mc Clelland consideró más apropiado analizar y hablar de competencias antes que de inteligencia, pues esta última característica le resultaba demasiado general y abstracta y no facilitaba ni entregaba información sobre la capacidad de hacer, actividad central del mundo laboral. También se criticaban las características y la información relacionada con la personalidad, ya que éstas implicaban un análisis centrado más en potencialidades abstractas que en capacidades o competencias que se van a concretar en el empleo.