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¿Conductismo o constructivismo en la educación chilena?
En los últimos cincuenta años ha avanzado sin freno alguno la psicología cognitiva. En el ámbito de la educación se ha presentado como un modelo para entender cómo se forman y comprenden los conceptos que aprendemos. Metodológicamente ha influido en numerosas reformas educativas del mundo occidental, incluyendo por cierto nuestro país. Por lo tanto, se han hecho habituales en los ambientes académicos escuchar las referencias a Ausubel, Novak, Brunner, Vigotsky entre otros. Como sabemos, el cognitivismo ha pretendido exiliar la memoria, fomentando e impulsando el aprendizaje racional. Su lema ha sido y es oponer al aprendizaje memorístico, el aprendizaje significativo. Pero, ¿de qué se trata todo esto?.
La ciencia o el arte de educar, como queramos denominarlo, siempre han pretendido encontrar los instrumentos, métodos y modelos que les permitan a los hombres comunicar la cultura humana a otros, sea esta creada en el pasado o en el presente. Muchos educadores han escrito, escriben y continuarán escribiendo numerosas obras buscando incesantemente ayudar a mejorar el proceso de “enseñanza y aprendizaje“. Hoy en el mundo occidental, el acento no está puesto en la enseñanza, sino en el aprendizaje logrado.
En ese camino de búsqueda pedagógica, es decir, en el cómo enseñamos, apareció el cognitivismo constructivista. En el seno y esencia de toda teoría o forma de ver la realidad, se incuba una idea que tiene en sí misma el sino de querer vencer a sus antecesoras e imponerse como único método correcto. He aquí el peligro, tantas veces observado y sufrido por los hombres y mujeres de todos los siglos. Pese a la experiencia y a la evidencia empírica acumulada, nos cuesta reconocer que no somos tan inteligentes como para resolver un solo problema humano de forma definitiva, pero tampoco tan pobres de talentos como para no seguir creando posibles respuestas a los problemas que se nos van apareciendo como un signo más de nuestra compleja existencia humana.
Advierto que no deseo decir que esta teoría constructivista en sí misma sea escasa aportadora en el ámbito de la educación. Por el contrario, creo que razonablemente utilizada puede colaborar a lograr efectivamente mayores aprendizajes. De hecho, en los modelos de formación por competencia poseen una influencia que mejora los posibles logros de saberes aplicables. Sin embargo, si se pretende que ella sea el único modelo, ¡que Dios nos pille confesados!. Cuando ella desea terminar con la memoria, uno de sus clásicos errores y agravado por la práctica docente, se está olvidando que amplios campos del saber requieren el ejercicio importante de esta facultad. Cuando el constructivismo nos plantea ordenar el currículum en torno a conceptos y no a temas, no es lo mismo hablar de ciencias deductivas que de ciencias descriptivas. A mi juicio, en matemáticas, física o filosofía esto se puede dar; pero no ocurre lo mismo con la zoología, los idiomas, la historia o la geografía.
El paradigma constructivista intentó terminar con la psicología conductista, que tanta importancia tuvo en Europa antes de la década de los setenta. El conductismo tal como lo pretende hoy el constructivismo, tuvo expresiones totalizadoras y excluyentes en su tiempo. Aquella enfatizaba la teoría de los refuerzos, el estímulo-respuesta, básicas en la educación de la voluntad y en la motivación. En Chile como sabemos, tanto de forma consciente o inconsciente, el conductismo ha predominado y continúa vigente ampliamente en la práctica docente de la educación básica, media, universitaria y técnico profesional.
El ideal en educación es que nunca exista un solo método válido. Personalmente me agradan y convencen mucho más las posiciones eclécticas en materias educacionales. Sería recomendable que la psicopedagogía tienda a posiciones menos excluyentes. Los profesores con mayor razón. Los (as) creadores (as) de currículum tampoco deberían olvidarlo. Sería razonable entonces que se morigerara la pleitesía a tal doctrina. De no ocurrir, los que sufrirán los efectos serán los alumnos (as) y el logro efectivo de sus aprendizajes.
Nadie puede negar que hoy la tesis de aprendizajes significativos sea esencial. En la medida que los alumnos (as) perciben que lo que están aprendiendo les sirve y lo valoran, su actitud ante el estudio será mucho más positiva. Debemos reconocer también que el rol del profesor en un esquema constructivista cambia pasando de ser un mero transmisor de contenidos (conductista) a uno que es un agente motivador o supervisor del proceso mediante el cual los alumnos (as) van aprendiendo nuevos conceptos. Se acaba la clase unilateral y magistral en la que el docente es el único poseedor de los conocimientos a transmitir. Todo lo anterior ya sabemos es la base de la enseñanza progresiva que no ha dado los resultados esperados en Estados Unidos, Inglaterra y España.
Nos hemos olvidado de la pedagogía del esfuerzo. El acto de aprender no puede ser esencialmente y a todo evento de carácter lúdico. Menos es factible si lo que pretendemos es educar a la totalidad de la población. Se ha tendido a disminuir los niveles de exigencia y la disciplina mínima requerida. Algo de responsabilidad en esto tiene la obediencia ciega al constructivismo y su pedagogía horizontal, dinámica e indisciplinada.
Si a lo anterior no le ponemos freno, los que perderán serán los profesores (as) que de verdad desean enseñar y de los alumnos (as) que desean voluntariamente aprender.
Samuel Vial M. (Jefe de proyectos académicos Duoc UC)
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Comentarios
En sintonía con este artículo, pienso que en nuestra práctica docente no aplicamos los modelos o teorías del aprendizaje en forma pura. Muchas veces debemos crear nuestra propia visión del proceso de enseñanza-aprendizaje y a partir de esto aplicar los modelos, métodos, estrategias y actividades que sean las más adecuadas, dependiendo del grupo al cual está dirigida la acción educativa (niños, jóvenes, adultos con o sin instrucción, etc.) y considerando, desde luego, los aspectos culturales y socioeconómicos que caracteriza a estos grupos.